El reciente debate de candidatos virtuales en Estados Unidos dejó una sensación de incertidumbre en el electorado norteamericano. La discusión no brilló por la competencia de los contrincantes, ni por la calidad de las respuestas y mucho menos por lo disruptivas de las propuestas. No, el debate brilló por la aparición de un Joe Biden desconectado, confuso y nervioso que sembró la duda en votantes demócratas e indecisos, de si el hoy Presidente estadounidense se encuentra en pleno uso de sus capacidades mentales y cognitivas, para dirigir los destinos del gigante americano.
Frente a la fuerte arremetida de ataques personales esgrimidos por Donald Trump, un titubeante Biden solo dejó entrever un par de tímidos contrapunteos que sobresalieron, únicamente, por notarse absolutamente libreteados y entrenados previamente con su equipo de estrategas. Ni factor sorpresa, ni mensajes contundentes en materia de inmigración o economía que son los temas que mantienen la mayor tensión entre los electores, ni titulares mediáticos y ninguna revelación capciosa -pero efectiva -sobre el caso de Trump, hicieron parte de la intervención del candidato de 81 años que pretende repetir, por otro período de cuatro años, como presidente de los casi 336 millones de estadounidenses. Una aparición aburrida y desorientada que concluyó, de forma unánime, en una evaluación negativa sobre su desempeño.
En fin, el debate no solo sembró un gran desconsuelo entre quienes, con la emoción del que vota creyendo que se vienen tiempos mejores se aprestaron a verlo, sino que abrió la puerta a enfrentar públicamente la difícil discusión de si, dadas las condiciones físicas y mentales del Presidente su candidatura debería mantenerse en firme para la Convención Demócrata o, por el contrario, su reciente aparición televisiva, sumada a la serie de “lapsus” filtrados en distintos medios de comunicación, habían dejado en clara evidencia la necesidad de que Biden diera un paso al costado y que nuevos nombres se abriesen camino en la contienda demócrata para enfrentar en noviembre a un combatiente y provocador Donald Trump.
Y es que, tras el debate televisado, el jueves 2 de julio la última encuesta de Reuters-Ipsos daba cuenta que uno de cada tres demócratas (32%), piensa que Joe Biden debe poner fin a su aspiración a la reelección. En el mismo sentido el Consejo Editorial del New York Times, sin miedo a ser “cancelado” por los bien pensantes ni por la aturdidora cultura “woke” y en un acto de valentía política digno de un kamikaze, se atrevió a poner el dedo en la llaga elevando su solicitud pública al presidente Biden para que, en muestra de prudencia, abandone su carrera por la presidencia de los Estados Unidos. Dicha petición también fue dirigida al Partido Demócrata que, en un estado de aparente embriaguez de poder prefiere, con su obsesión de mantener viva la candidatura de Biden, sacrificar los destinos de los norteamericanos en lugar de arriesgar su permanencia en el poder apostándole e impulsando un nuevo candidato (que según la misma encuesta, solo de ser Michelle Obama resultaría triunfante).
Hacen falta voces desafiantes que enfrenten la realidad. Aplausos de pie para el New York Times, que consciente de su inmensa responsabilidad como líder de opinión sabe que el futuro de Estados Unidos, y sin temor a exagerar del mundo entero, no puede quedar sometido a un líder con capacidades, a todas luces, deterioradas y mucho menos a los afanes caprichosos de un Partido que pretende aferrarse al poder cueste lo que cueste. “Es una apuesta demasiado grande simplemente esperar que los estadounidenses pasen por alto o descarten la edad y la enfermedad del señor Biden que ven con sus propios ojos”, escribió el diario.
Como reza el adagio popular, mejor colorado un ratico que pálido el resto de la vida. Que el actuar del New York Times en este caso, sirva de ejemplo a los medios y empresarios colombianos que, por una gota de poder y un par de beneficios egoístas, han estado dispuestos a callar y a sacrificar la salud, pensiones, democracia y bienestar de millones de colombianos.