JUAN ÁLVARO CASTELLANOS | El Nuevo Siglo
Jueves, 27 de Junio de 2013

Salud sin dueño

 

La Reforma a la Salud asoma su rostro en medio de ilusión y esperanza de millones de colombianos, quienes esperan en corto tiempo, contar con un sistema planificado y eficiente, como lo han imaginado hace muchos años, todos los estratos socioeconómicos.

De cuerpo entero, con traje diseñado con la asesoría de expertos en salud pública, tanto del país como del exterior, muestra una semblanza de unidad, que ojalá no se derrumbe como ha sucedido con otros proyectos con esencia estatal.

Ahora depende del dictamen de la Corte Constitucional, para lograr un servicio de igualdad, sin distingos económicos ni sociales. Tendrá dos años de implementación para que el Gobierno inicie el sistema en ciudades, y en apartadas zonas carentes de asistencia y protección, ocupadas por comunidades campesinas, indígenas y afro-colombianas, entre otras. Ese propósito no puede comenzar de un día a otro.

Sería irresponsable descomponer la Ley Estatutaria que la creó, para establecer desde ahora, qué es bueno y qué es malo,  sin haber entrado a ofrecer  las esperadas bondades y cualidades, como nuevo Sistema Nacional de Salud. Sin embargo, divulgados los principios  generales de la Reforma, son válidas las consideraciones, sobre lo que deben ser la atención al usuario. Eliminación de trámites, simplificación de autorizaciones de servicios y, aunque parezca elemental decirlo,  es prioritario un sistema telefónico que funcione para el público. No puede dejarse todo, a conmutadores saturados de extensiones sin respuesta, o solo por Internet. Lo presencial sigue vigente en el país. Es la vía rápida de sectores sociales de menores recursos.                                                                  

Clave para la vida de la Salud, la metodología que se seguirá en el suministro de medicamentos. Es indispensable regulación de precios, para aplicar filtro al consabido apetito de los negocios. Ahí  es donde debe levantarse el primer muro contra corrupción.

La transparencia tiene que cubrir  a -Salud Mía-  que será motor del sistema que se aguarda, lejos de intereses gremiales y asociaciones del ramo. Estas prevenciones incluyen a algunas organizaciones comunitarias especializadas en agitar sin proponer con sensatez y equilibrio.

Una cosa será el necesario ojo vigilante de Gobierno y ciudadanía, en favor de la salud y otra, presiones de partidos políticos, Congreso y autoridades locales, con caciques regionales.

El Sistema de Salud deberá apartar focos de corrupción, muchas veces disfrazados de avanzados esquemas gerenciales. No se necesita carreta ejecutiva. Lo público y democrático, no implica que todo el mundo meta mano, en presupuesto y contratos. La Dirección del sistema reclama “cancheros” al  timón.    

Hay experiencias estatales para no recordar. Por eso se requiere un servicio de salud sin dueño, operado por una empresa autónoma, fuerte y limpia, porque será de todos.