Juan Daniel Jaramillo Ortiz | El Nuevo Siglo
Lunes, 6 de Abril de 2015

Con fe y dignidad

 

EN  Un país amnésico que no recuerda nada de su historia y de medios que promueven la ignorancia colectiva, invocar la consigna Fe y Dignidad que elevó al temario público el expresidente Eduardo Santos hace 65 años tiene visos de necio arcaísmo. Para el positivismo mediocre de expertos y creyentes todavía en jefes de tribu ateos o agnósticos, quienes leen a Kant en alemán sin saber alemán, fe es una palabreja forjada en deísmos idiotas.

Meses después del asesinato de Gaitán en 1948 y ausente el Partido Liberal de las elecciones que llevaron a la jefatura del Estado a Laureano Gómez en 1950, el carácter grande de Santos formuló la necesidad de elevar fe y dignidad a reglas que podían rescatar todavía al país de la hecatombe que cobraría las vidas de decenas de miles de personas. Por fuera de artilugios retóricos en favor o en contra, el historiador Marco Palacios entendió la fórmula del primer Santos y supo ubicarla contextualmente. Se trataba de seguir extendiendo fe en el país y de darse los colombianos nacidos hasta 1950 tratamiento digno unos a otros.

Fueron fe y dignidad para Santos los mínimos de convivencia requeridos para evitar el sufrimiento y la ruptura de los lazos de cohesión social que pudieron ser restaurados por Laureano Gómez y Alberto Lleras en Sitges y Benidorm poco más de un lustro después.

En medio de balas, incendios y tropelías que se inauguraban en forma, tres colombianos probos, desde el flanco conservador, el expresidente Ospina Pérez, Gilberto Alzate Avendaño y Jaime Jaramillo Arango comprendieron que fe activa en el país y dignidad entre todos -por más intensos que fueran los enfrentamientos- salvarían a la nación que se perdía en la orgía de la violencia. Dieron un sí -que no tuvo eco ulterior- a la fórmula de Santos.

Dignity, Its History & Meaninges el título de la obra reciente del profesor de Harvard, Michael Rosen, (Harvard University Press, 2015). Dignidad, nos dice, es la regla mínima que ha evitado con frecuencia padecimientos y abierto la vida al entendimiento. Asentado en teología cristiana y filosofía kantiana, Rosen ve en el elemento dignidad respeto prospectivo entre todos, hayamos sido criminales o no, abracemos una u otra creencia política o nos hayamos irrogado mutuo perjuicio grave. La fe, nos dicen todas las religiones estructuradas, consiste en creer por caminos más trascendentales que los de Tómas Apóstol.

Una suspensión temporal e intencional de la incredulidad sería la fórmula para quienes al lado del expresidente Álvaro Uribe nos resulta difícil -inmensamente difícil- creer en las Farc. La fórmula es vieja y funciona. Viene del filósofo inglés Samuel Taylor Coleridge (1772-1834) e implica no claudicar creencias y más bien confiar en lo que no es imposible sobre la base del respeto.

‘Iván Márquez’ acaba de hablar de un “nunca más”. Creámosle. En la perspectiva de una tregua o cese que ha ahorrado vidas y sufrimiento. Lo cual entraña respeto y por esta vía dignidad. La Corte Constitucional alemana muestra en su jurisprudencia el catálogo más rico y extenso del elemento jurídico llamado dignidad. Al cual tienen derecho criminales. Y -no olvidar- también insurgentes.

No hay vida sin valor. Por vía de inmanentismo o trascendentalismo la fe nos obliga moralmente. Desde esta óptica, creer y respetar podría ser el modo del país en los meses por venir.

<ASTERISCOS>***

<BODY TEXT>Una de las formas de atentar contra la fórmula de Eduardo Santos es el matoneo (de matar). Esto hizo Arrieta, agente en la CIJ, contra el autor de esta columna a raíz de señalamientos contra la ética pública. En el programa de Julio Sánchez Cristo acudió a la injuria. Puede tener la certeza el matoneador que se le responderá con fe y dignidad. Y más verdades.