JUAN DANIEL JARAMILLO ORTIZ | El Nuevo Siglo
Lunes, 11 de Noviembre de 2013

Hace veinte años en Suráfrica

 

En  el proceso de paz nos basta un elemento, me atrevo a pensar, a la mayoría absoluta de colombianos: poder creer en las Farc, lo cual resulta tremendamente difícil para muchos  de nosotros. En la combinación de los enfoques punitivo, distributivo y restaurativo a la justicia que hizo Albert Eaglash hace 55 años, cuando acuñó el enfoque restaurativo, es éste el que debe primar en la construcción de la paz, que no haya duda.

Howard Zehr en su libro pionero Changing Lenses: A New Focus for Crime and Justice publicado en 1990 dijo, irritando desde entonces a quienes creemos y hemos trabajado en justicia punitiva en escenarios que juzgan crímenes contra la humanidad, que una nueva óptica debería utilizarse para mirar un homicidio, una violación carnal o un secuestro. Algo bastante duro que debe hacerse, si ha quedado en firme el pivote esencial en estos procesos que es la confianza.

No son los acuerdos en el tema agrario o de participación política, desde luego importantes, sino la incipiente, en extremo delicada elaboración de este tejido del poder creer, lo que quizás esté ocurriendo. En efecto, se trata de un proceso social en el cual se perdona -ojo con el verbo perdonar- con miras a obtener un bien supremo como la paz. No de inmediato sino como objetivo en el cual debemos trabajar todos. Lo dijo en entrevista con la BBC Ingrid Betancourt.

Aunque el término es nuevo, la práctica es antigua. El mismo Pentateuco estableció la compensación en delitos contra la propiedad. La justicia restaurativa se concentra en los derechos de las víctimas. Y víctimas de las Farc hemos sido, de una u otra manera, todos los colombianos. Este movimiento subversivo justifica la acción violenta como respuesta a la exclusión de los mecanismos de participación política. Esta es la espina dorsal de sus reclamos y así la vieron los padres de la subversión armada Camilo Torres y Antonio de la Rotta en la década del 60.

Reconocida la participación política sin armas, la prioridad son las víctimas directas lo cual tendrá un colosal costo económico que es siempre  menor al originado en la lucha contra el terrorismo político durante casi 50 años. Pero lo más arduo será el camino del perdón para lo cual tendrá que iniciarse una labor pedagógica de contenidos múltiples, inteligentemente construida, ausentes moralinas baratas.

El proceso más exitoso de paz en tiempos recientes viene ocurriendo en Suráfrica, donde primó la justicia restaurativa. Hace exactamente 20 años esta semana fue anunciado el otorgamiento del Premio Nobel de Paz a Nelson Mandela y Frederick de Klerk no solamente por poner fin al apartheid sino por dar comienzo a un proceso nuevo fundado en el perdón y en los derechos de las víctimas que resultó exitoso.

Esta justicia restaurativa tiene su oportunidad en Colombia sin que los grandes instigadores de crímenes de lesa humanidad dejen de pagar su deuda altísima al país y a la comunidad internacional. Los planeadores de masacres históricas no pueden ser premiados con curules sino pagar por estos crímenes.

 

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