JUAN DIEGO BECERRA | El Nuevo Siglo
Domingo, 4 de Diciembre de 2011

Las luces de Navidad

Como  si fuese apenas una alusión al destino extraño que mantiene a esta ciudad bajo la lluvia inclemente y los maravillosos trancones, tenemos en este inicio de diciembre la excelente noticia de las luces navideñas que habrán no de iluminar las calles bogotanas, sino mantener estos opacos bombillos que los semáforos muestran en cualquier esquina de la ciudad.


Las luces de esta Navidad no serán las que nos recuerden la temporada navideña, serán más bien los bombillitos que por ahora no serán más que una ilusión.


Y quizá la plata no se pierda. Que después de la solicitud de devolución vuelvan a las arcas del distrito los tres mil millones de pesos, con las penalizaciones estipuladas y todo el cuento, pero nadie le va a devolver a los bogotanos el tiempo perdido, las tarifas adicionales de luz que hay que pagar por los bombillos actuales o la simple tranquilidad de saber que las cosas pueden hacerse bien. Los bogotanos no creemos en la contratación, en las licitaciones o en los políticos. Nos han dejado desastrosas experiencias.


Por eso quizá esta Navidad que apenas se avecina es apenas un parágrafo al margen de una ciudad en caos, en la que ni siquiera la compra de bombillos parece llevarse a buen término.


No hablamos de incumplimiento de contratos o de corrupción como nos mostraron los escándalos de Samuel Moreno. Hablamos de una simple compra, de esas que aunque complicadas, no requieren demasiado cerebro para llevarlas a cabo.


Y por eso al final lo único que puede decirse es que es triste. Si el escándalo no hubiese sido destapado hace un par de meses, la plata se hubiese perdido tal y como ha sucedido con tantos impuestos de los colombianos, y por eso vale mencionar que fue una investigación periodística la que logró sacarla a la luz. Pero no es más que el iceberg de una administración distrital que viene minando su legitimidad a punta de pasos en falso y promesas rotas, aunque trate de sacar la cara con un par de meses de gestión frente a tres años de vergüenza.


Lo único que se puede pensar es que nadie teme a las acciones del distrito, que ya encontraron el flanco descubierto y que los bogotanos tendremos que seguir esperando que un día la ciudad retome el camino perdido. De repente el nuevo alcalde traiga esas buenas nuevas, pero no sobra aprovechar un poco estas festividades para darle una ayudita, aunque sea con rezos.