JUAN DIEGO BECERRA | El Nuevo Siglo
Domingo, 15 de Septiembre de 2013

¿Y dónde está el poder?

 

Que  exista una licitación amañada en nuestro país no es una noticia nueva. Los ejemplos saltan a la vista cada vez que algún medio logra destapar el correspondiente escándalo. Pero una cosa es el control luego de adjudicado el contrato, como ocurrió con el Carrusel en Bogotá, y otra cosa que el escándalo sea de dominio público y aun así termine siendo adjudicado, como bien nos ha mostrado el Departamento de Sucre con el juego de chance que terminaron ofreciendo a una de las empresas más cuestionadas de la Costa Atlántica. Y a eso hay que sumar además las amenazas que ya empezaron a denunciar los implicados.

De repente no sirve de nada que las “ias” estén cumpliendo sus funciones. Tampoco que la Presidencia esté haciendo recomendaciones. El poder en los entes territoriales sigue refundido entre mafias que son ajenas a cualquier institución nacional, como si existiesen en un país diferente sin autoridad alguna. Que nadie se dio cuenta de que el contrato había sido firmado, no parece muy realista. Que el Gobernador esté lejos del poder, una excusa deprimente. La verdad es que en muchas zonas de nuestro país cualquiera puede pasar por encima de la ley sin ruborizarse siquiera. Ha sido una constante y las cosas tienden a empeorar.

Es triste pensar en lo que ha sucedido con otros contratos que no están bajo la lupa de todo el país en Sucre, o en cualquier otro departamento colombiano. Es triste pensar que a pesar de las condenas y las investigaciones a los otrora “dueños” de los departamentos, sus poderes permanecen intactos y la gente muriéndose de sed o viviendo entre el barro como sucede en muchas poblaciones a lo largo del territorio nacional. Parece ser claro que el poder no lo tienen las autoridades, porque hasta “la gata” puede más que el Congreso de la República.

Lo más triste es que esta realidad sólo parece ser conocida por el Gobierno nacional cuando aparecen episodios como el del chance. Mientras tanto se desangra el erario sin el menor asomo de control, con la mirada ausente de los órganos municipales o departamentales, con el temor constante de los habitantes de las regiones.

Colombia es un país descentralizado en teoría, que sigue siendo centralista en la práctica, pero que cuenta con unas regiones incapaces de controlar lo que pasa en sus territorios pero que exigen y exigen autonomía. A la postre no sé si es peor el centralismo limitador o la descentralización con los poderes refundidos.

@juandbecerra