Hay que ser cuidadoso con las analogías, y, sobre todo, con las analogías históricas. Deberían saberlo los rusos, que han llamado “Sputnik V” a su vacuna contra la CovidD-19, y cuantos se han apresurado a celebrarla. A fin de cuentas, si bien sus predecesores soviéticos fueron pioneros a la hora de poner en órbita el Sputnik I, fueron otros los que llevaron el primer hombre a la luna. Y porque, además, aunque en algo se parezcan, ni los rusos son los soviéticos, ni la actual carrera inmunológica es la carrera espacial de hace medio siglo.
Cierto es que en la competencia por la urgente vacuna participan, en primer lugar, directa o indirectamente, las grandes potencias. La vacuna, cuando exista y, especialmente, cuando resista la prueba de los hechos, tendrá un innegable valor geopolítico. Será fuente e instrumento de poder, no sólo material, sino simbólico; duro tanto como blando, y, eventualmente, inteligente; y será fuente de influencia y de prestigio. Pero entre los más de 170 proyectos más o menos promisorios de vacuna no sólo hay estadounidenses, rusos y chinos. También hay europeos, israelíes, japoneses, australianos, indios, y hasta uno cubano. Muchos de ellos, además, son más bien transnacionales. Varios son liderados por universidades, en asocio con corporaciones farmacéuticas. Y no pocos se están desarrollando en el marco de alianzas público-privadas.
Un panorama muy distinto del que ofreció en su momento la carrera espacial, estadocéntrica y esencialmente duopólica.
Pero la invención de la vacuna será tan sólo la primera etapa de esta carrera inmunológica, que, en ese sentido, se asemeja a una competencia ciclística, con pruebas contrarreloj y premios de montaña que, por sí solos, no aseguran la victoria. Luego vendrá el desafío de producir millones de dosis, distribuirlas, y aplicarlas masivamente. Como en el ciclismo, habrá varios tipos de corredores: escaladores, rodadores y velocistas. E inevitablemente, un esfuerzo de equipo tan cooperativo como competitivo al mismo tiempo.
¿Qué papel jugará India, por ejemplo, como mayor proveedor de medicamentos genéricos del mundo? ¿O una empresa como McKesson -acaso el más importante distribuidor farmacéutico de Estados Unidos, y que ha sido encargada ya por el Gobierno de ese país, precisamente, para distribuir la vacuna y los tratamientos contra la COVID-19? Aunque maltrecha en varios frentes, ¿Cómo entrará en escena la OMS? ¿Qué tan efectiva será la iniciativa Covax, que lidera esa organización internacional junto con la Coalición para las Innovaciones en Preparación para Epidemias, y la Alianza de Vacunas, y en la que ya hay 172 Estados que han manifestado su interés e intención de compromiso?
Y en el vecindario de Colombia, ¿logrará Prosur, tal como lo señala la Declaración Presidencial adoptada el pasado jueves “impulsar la cooperación regional para lograr un acceso universal, equitativo y oportuno a la futura vacuna contra el Covid-19 en América del Sur, reconociéndola como un bien público global y coordinar esfuerzos que favorezcan su compra conjunta y la transferencia de tecnología para su producción local”?
*Analista y profesor de Relaciones Internacionales