Al escribir esta columna no conocemos el resultado de la reunión del Presidente Juan Manuel Santos con el Presidente Trump, pero nos atrevemos a vaticinar que será altamente positiva, pues sin posar de mago, pero conociendo los intríngulis del tema, la lógica nos asegura que evaluando la historia del narcotráfico en Colombia, cualquier gobierno extranjero reconocerá los grandes esfuerzos y la cuota de sacrificio aportada por este país frente a tan grave flagelo.
Colombia lleva muchos años luchando contra el tráfico de estupefacientes; varió de ser un país de paso a convertirse en cultivador y procesador, terminado como consumidor, de manera que los esfuerzos de gobiernos y fuerza pública no se pueden borrar de un plumazo. Fue mucha la sangre y el llanto vertidos ante la pérdida de hombres en esta empresa que ha buscado erradicar de nuestro suelo todo vestigio que nos relacione con el narcotráfico; no ha sido tarea fácil por múltiples motivos, como las ganancia desorbitantes producidas por el narcotráfico, que fortalecieron las organizaciones impulsándolas a enfrentar el Estado, la proliferación de estructuras narcotraficantes apoyadas por ejércitos privados, dedicado a someter sociedad y justicia. En fin, me haría interminable sobre este aspecto y tenemos otros frentes para considerar.
Hemos tenido aliados en esta lucha, países amigos que nos han apoyado de diferentes formas: con información, tecnología, capacitación y aún dinero, todos comprendieron que la lucha de Colombia era la lucha del mundo contra las drogas ilícitas. Desafortunadamente estos conceptos fueron cambiando y los intereses de los países amigos también, y se focalizaron en parte del problema olvidando lo global del asunto, unos se enfocaron en el control de precursores para el procesamiento, otros en la interdicción cuidando sus fronteras, aquellos en el consumo y el golpe a sus economías, etc. Pero los Estados Unidos, nunca, óigase bien, nunca, han dudado un minuto en apoyarnos contra los narcóticos. Hace mucho tiempo se constituyeron en nuestros aliados, tanto que los planes y programas desarrollados son evaluados conjuntamente, de manera que no es tarea fácil para ellos abandonar la lucha, especialmente cuando seguimos teniendo intereses en común de cara al consumo de drogas.
Seria incongruente que ante la terminación del conflicto y con una expectativa hacia la erradicación de cultivos ilícitos, tan segura y bien proyectada, resultaran nuestros mejores aliados volteándonos la espada, es una posición que no tiene presentación ante el mundo, es por ello que soy optimista sobre la reunión de los mandatarios. Ahora, que las metas propuestas no se logren, es otro cantar, debemos tener en cuenta ciertos aspectos que juegan en contra de los trabajos de erradicación, como el clima, las lluvias y otros fenómenos naturales que se salen de control, pero que la tarea se cumple, se cumple.