Hace unas semanas, Andrés López (Amlo), presidente de México, solicitó al rey de España y a la Santa Sede que pidieran perdón por los agravios infligidos a los pueblos aborígenes durante la conquista. Independientemente de que, en el caso concreto de México, los aztecas hacían sacrificios humanos (niños, jóvenes y vírgenes) y practicaban el canibalismo y para ese efecto oprimían a los enemigos, Amlo hace referencia, aunque no por su nombre que proviene del siglo XX, a la llamada “leyenda negra” que tiene dos vertientes, europea y americana, pero en ambas confluyen iglesia y España.
En el siglo de oro español, que es también el de la conquista americana, las guerras de independencia en los Países Bajos y la reforma protestante, escritores ingleses y holandeses se dedicaron a hablar de las crueldades españolas, reflejadas en la inquisición y la conquista. En parte era verdad, pero no era monopolio, ni mucho menos, de los españoles. Como diría el poeta, época fue de bárbaras naciones.
La inquisición no tuvo origen en la España del siglo de oro sino tres siglos antes, cuando al papa Lucio III la estableció como una herramienta para luchar contra la herejía cátara. En la época de los Reyes Católicos, el papa delegó esa autoridad en manos de las coronas europeas. En Castilla y Aragón se confió la institución a un fraile dominico -los dominicos eran los inquisidores desde la Edad Media-, Tomás de Torquemada, que acudió a la tortura y a la muerte al garrote vil o a la hoguera - antes nunca se permitieron penas distintas al destierro o a la confiscación de bienes-, para perseguir a lo que se llamaba judaizantes -solamente había competencia sobre cristianos bautizados-, generalmente judíos conversos, por “pecados” de herejía, idolatría, prácticas de magia etc. Ya para el siglo XVI, se añadió como causal el “luteranismo”. El papa Sixto IV se indignaba porque, sin pruebas de ninguna clase, se torturara y condenara a verdaderos fieles cristianos como herejes relapsos, se les privara de sus bienes y fueran ejecutados.
Personajes como fray Luis de León y Santa Teresa, canonizada en 1622 y declarada doctora de la iglesia por Paulo VI en 1970, tuvieron que ver con la inquisición. A Teresa de Ávila se la acusó de judaizante (era descendiente de judíos conversos), luterana e “iluminada” porque veía cosas y, según cuenta la historia, levitaba. Pero ninguno de los dos fue torturado, y fray Luis fue condenado a cuatro años de prisión.
En América española se establecieron tribunales del Santo Oficio en México y Lima en 1569 y en Cartagena de Indias en 1610. En Lima fueron ajusticiados, entre 1569 y 1736, 32 reos. En México hubo 38 condenados. En Cartagena solamente 3. En total en América española fueron ajusticiados 73 reos y en toda la jurisdicción española no llegaron a 1.100. Nunca se sometió a los indígenas a la inquisición.
Como se mencionó arriba, también hubo inquisición en otras partes de Europa. En 1200 Felipe Augusto II hizo quemar ocho cátaros. El rey Felipe IV de Francia y el papa Clemente V acusaron a los templarios de herejía y muchos fueron quemados en la hoguera. Santa Juana de Arco fue quemada viva por los ingleses en 1431. Savonarola lo fue por la inquisición en 1498 en Florencia por sus ataques al papa Alejandro VI. Calvino creó el Consistorio de Ginebra que ejecutaba por herejía o ateísmo, como a Miguel Servet, quemado en 1553. En 1693 fueron ahorcadas por brujería en Salem, Boston, 19 personas.
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