Con plazos “calentanos” se entienden aquellos compromisos que se van a cumplir más adelante…cuando se pueda. Pero sin comprometerse en fechas precisas. Podemos decir que a las grandes reformas que necesita el país les ha fijado el gobierno “plazos calentanos”.
Es el estilo del gobierno del presidente Duque. Le gusta anunciar todo aquello que sabe que genera aplausos colectivos y que no suscitan polémica. Pero tiene aversión para afrontar asuntos duros que puedan levantar descontento. Prefiere dejarlos nebulosamente para más adelante: con “plazos calentanos”.
Hace seis meses estuve en la presentación del informe que rindió la comisión que estudió el tema de reformas al mercado de capitales. Allí se dijo que el gobierno se aprestaba a radicar bajo la forma de proyectos de ley dichas recomendaciones. Nada se hizo en un semestre. La semana pasada volvió a decirse que pronto se presentarían proyectos de ley al respecto. Hace tres meses se presentaron las conclusiones de la comisión que estudió el tema de la tributación de las entidades territoriales, otra de las grandes urgencias fiscales del país. Lo mismo. Todos pensamos que se procedería a llevar rápido al congreso las conclusiones de esta importante comisión. Nada de eso sucedió. Entraron al anaquel de los asuntos apremiantes con “plazos calentanos”.
Otro tanto ha sucedido con la reforma tributaria, con la pensional, con la laboral, con la de la justicia. Nada se mueve, aunque la semana pasada hubo nuevamente anuncios del ministro de Hacienda de que, ahora sí, se estaban preparando los esperados proyectos de ley. De vez en cuando se menciona que hay comisiones de expertos estudiando el tema, pero de ahí no pasan las cosas. Y a todas estas el tiempo corre y el resplandor del implacable reloj de sol del cuatrienio comienza a calentar las espaldas de este gobierno.
Es el ADN gubernamental: postergar los asuntos estructurales difíciles. Por el momento, claro, se anuncian diariamente desde la tribuna del programa televisivo de las 6pm todo tipo de ayudas para los damnificados de la pandemia. Lo cual está muy bien. A nadie le chocan este tipo de noticias: que tal subsidio a la nómina se posterga por seis meses, que tal nueva actividad queda exenta del IVA, que la ayuda para el pago de la prima de fin de año se prorroga, que se reabrió tal aeropuerto, y así por el estilo. También en las últimas semanas se le está poniendo cierto énfasis en avanzar en las obras de infraestructura que este gobierno encontró iniciadas, lo que por supuesto es plausible. Pero ninguno de estos anuncios enfrenta los temas duros de las reformas estructurales que tanto necesita el país.
El argumento de que estamos todavía en pandemia no deja de ser especioso. Si todo lo complicado se va a dejar para “cuando pase la pandemia”; y si por el contrario estamos viendo que ésta se prolonga y que más bien habrá que enfrentar nuevos brotes, es evidente que todo lo complejo aunque sea apremiante se quedó para el próximo gobierno. Pues al actual se le va a ir el último año hábil que le queda -antes que entremos en campaña electoral- manejando el día a día de pandemia y el acordeón de los confinamientos. Pero sin meterle el diente a los temas duros: para estos últimos habrá comisiones de expertos, foros, anuncios y “plazos calentanos”. Pero nada más.
Y es una lástima. Reformas como la tributaria, como la pensional, como la de asuntos laborales para revivir el empleo, como la misma de la justicia, no toman menos de un año de arduo trabajo parlamentario. Y eso suponiendo que se construye de antemano un gran pacto político para sacarlas adelante, que tampoco se ve por ninguna parte. Esto quiere decir que antes del 2022 o del 2023 no habrá reformas estructurales en Colombia. Y para ese entonces puede ser muy tarde.
Mientras tanto solo nos quedará como máscara de oxígeno fiscal continuar subiendo los índices del endeudamiento público para financiar los gastos de la pandemia: es el camino inexorable cuando se entra en la lógica de los “plazos calentanos”.