Leyendo a Manuel Toharia, quien escribió un magnífico libro en 1998, “El futuro que viene” y frente a todo lo que viví en la ciencia ficción durante mi niñez y proceso de adultez, siempre he admirado como se ha profetizado en los siglos pasados parte de los inventos del 19, 20 y 21.
La ciencia ficción es “un género narrativo que sitúa la acción en unas coordenadas espaciotemporales imaginarias y diferentes a las nuestras, especula sobre posibles avances científicos o sociales que impactan a la sociedad”. Mientras la ciencia es, “el conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y sistemáticamente estructurados de los que se deducen principios y leyes generales, con capacidad predictiva y comprobable experimentalmente”.
Aclaradas estas diferencias nos preguntamos, ¿Quién no ha gozado de películas como: Volver al Futuro, La Guerra de Dos Mundos; Doce Monos; E.T.; Terminator 2; Spiderman, o Matrix? Todas se caracterizan por estar en un futuro lejano. En ellas se mostraron la presencia de redes de informática con desarrollos tecnológicos inimaginables; entidades que gobiernan al mundo; nos revelaron los implantes biónicos, hablaron de guerras nucleares, superpoblación y demás. En la película Desafío Total (1990) aparecieron los escáneres hoy tan normales en los aeropuertos. En la película Odisea Espacial, con Tom Cruise, se exhibieron los Xbook, Kinect, aparato que controlaban los movimientos de la película y de allí surgieron los libros electrónicos.
Recordemos los transbordadores espaciales y los poderes telequinéticos del Capitán América, o las armas de ataque de Batman. Parte del desarrollo del Google Glass emergió en la película Terminator 2. También, fueron profetizadas las píldoras que servirían para la euforia, la bomba atómica, los satélites artificiales (1869) y la llegada del hombre a la luna. Recuerdo como Huxley me cambio y revolucionó muchos de mis paradigmas juveniles.
Han existido muchos charlatanes, pero otros han vaticinado eventos del futuro y algunos escritores se convirtieron en profetas. Toharia analiza cómo en el siglo pasado el ruso Konstantin Tsiolkovsky profundizó acerca de los motores y como sería la conquista del espacio. Se le catalogó como padre de los cohetes, o Clarke quien visionó la órbita geoestacionaria y el ascensor espacial.
El científico Asimov, quien predijo que existirían los coches eléctricos, tal cual están diseñados hoy, con microcomputadores y accesorios automatizados. También previo que el mundo conseguiría cualquier respuesta a través de las conexiones de los computadores, tipo Google. Inventó en 1942 la palabra robótica, base hoy de la inteligencia artificial. Vaticinó que los semáforos podrían detectar las densidades relativa al tráfico, las intersecciones, auto ajustándose, para que no hubiese trancones. Y pronosticó la necesidad de que carros radares nos mostrarán la niebla y otros obstáculos. Presagió el GPS para avisarnos los accidentes y escollos. Habló de las plantas nucleares, su fusión y la producción de electricidad a través de molinos de viento con la energía geotérmica. Hugo Gernsback a comienzos del siglo (1911) nos habló sobre el radar que después fue inventado.
La ciencia ficción nos ha predicho acerca de la antimateria, los agujeros de los gusanos y la nanotecnología.
Michelle Ángelo nos vaticinó los aviones y Julio Verne, hace unos siglos, no hablo de los submarinos y en su libro “De La Tierra a la Luna” (1865), narró como tres hombres eran lanzados hacia esta, desde el estado de Florida, justo allí donde se lanzó el apolo 11.
Karel Cepek auguró el robot para trabajo pesado, derivado de Asimov. Y no olvidemos, lo que se dijo del hiperespacio.
Hay que dar gracias a Dios porque la imaginación humana se ha adelantado al tiempo, aportando grandes ideas a la ciencia.