El 26 de junio de 1945 se firmó la Carta de la ONU, organización que reemplazó a la Sociedad de Naciones que murió al iniciarse la II guerra Mundial. Su propósito fundamental es el mantenimiento de la paz y seguridad internacionales, para el cual cuenta con el Consejo de Seguridad que se compone de 15 miembros, cinco de ellos permanentes. Hay que reconocer que la ONU ha cumplido bastante bien esos propósitos, llegando incluso a la creación de tribunales internacionales ad hoc para juzgar a los criminales de guerra, como los de la exYugoslavia y Ruanda. Cuando ha sido necesario ha enviado tropas para mantener el orden. Hay que destacar el trabajo de la CDI en la codificación del derecho internacional, a la que debemos, entre otras, la Convención sobre el Derecho de los Tratados que codificó lo que hasta 1969 era derecho consuetudinario.
La ONU tiene también entre sus propósitos “reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre”, mantener la justicia y el respeto a las obligaciones emanadas de los tratados y de otras fuentes del derecho internacional, promover el progreso social y elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de la libertad, para lo cual cuenta con el Consejo Económico y Social y la Corte Internacional de Justicia.
Más de veinte agencias especializadas de la organización han surgido de su seno (como la Unesco, Unicef, FAO o el FMI) o fueron heredadas (como la UIT, creada en 1865; UPU, de 1874 o la OACI, de 1944). Algunas de ellas corresponden a los objetivos de la Carta, pero otras se alejan de los propósitos de la misma y deberían funcionar independientemente, como la OIT (1919). Algunas se han convertido en influenciadoras de los países en vías de desarrollo para promover el aborto, como la Unicef o la ideología de género, como la Unesco, a las que seguimos como borregos como si fueran portadoras de la verdad revelada.
La organización se metió en honduras en El Cairo (1994) y Beijing (1995) hasta Nairobi (2019) donde la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo inició y viene desarrollando un plan de “salud sexual y reproductiva” que no es otra cosa que la promoción del aborto, condenado desde su inicio por los papas. Los países musulmanes rechazaron esa injerencia.
Los Comités surgidos de diversos tratados (contra la Tortura; de los Derechos Económicos Sociales y Culturales; contra la Discriminación Racial; contra la Discriminación de la Mujer; de los Derechos del Niño) se reunieron en Ginebra en 2001 para aplicar la perspectiva de género al derecho a la salud, que incluye los “derechos” sexuales y reproductivos, e interpretar las normas de los tratados internacionales sobre tales “derechos” como una parte inseparable de los derechos humanos, lo que no es otra cosa que un paraguas para camuflar el aborto. Todo con el apoyo de diversos organismos y secretarías de la ONU.
Alberto Lleras, que fuera Secretario General de la OEA, solía decir que las organizaciones internacionales son lo que los Estados miembros quieran. Así que la Carta de la ONU es buena porque así la crearon los Estados fundadores. Pero la adición de agencias que no tienen nada que ver con su propósito y el desvío hacia entes que promocionan el aborto también es responsabilidad de los Estados miembros, cuyas cancillerías no siempre entienden en qué se están metiendo.
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Coda: Un relator de la ONU pidió al gobierno colombiano cerrar algunas operaciones de Cerrejón, sin esperar el informe que solicitó a la compañía. Zapatero a tus zapatos.