Continuando mi respuesta a no verdaderas aplicaciones a lo expresado, recientemente, por el Papa Francisco, sobre homosexualidad, debo reiterar que no ha habido “pasos nuevos” del Papa, como lo desearían los que piensan ser un atraso las firmes posturas que, según la ley natural, se mantienen en bien de la humanidad. El Papa no ha cambiado nada, sino que se ha referido a un aspecto tangencial que reclamaba su definición.
Hace unos sesenta años, la Iglesia aceptó que el matrimonio civil entre católicos, hombre y mujer, algo acorde con la naturaleza, podía llevar ese nombre, así no fuera “sacramento”. Aceptó que se necesitaba esa reglamentación para el orden social. Ahora, sin aceptar el Papa que haya “matrimonio”, cuando se unen para estable vida común personas del mismo sexo, ha declarado, en reportaje de prensa, que los gobiernos pueden dar normas civiles para esa situación, para evitar abusos. Esa es la precisión del Papa, así como su ratificación de lo enseñado en el mencionado Catecismo. Se trata de un “paso adelante” en cuanto a precisiones, y también lo es en cuanto a ratificación necesaria, pero sin ceder nada la Iglesia en materia de principios “siempre antiguos y siempre nuevos” (Mt. 13,5).
Estamos ante verdades que no ha mandado el Papa a recoger: “verdadero matrimonio solo entre hombre y mujer”; “familia”, la conformada por hombre y mujer (C. 768, 2); la “procreación” como uno de los fines del matrimonio (CC.1055 y 1101); actos sexuales entre personas del mismo sexo son contrarias a la ley natural (Catecismo).
Que no esperen, pues, “avances”, así llamados, que vayan en contra al derecho a la vida de niños por nacer, ni la de ancianos y enfermos, tan enfáticamente defendida por el gran Pontífice S. Juan Pablo II, en su formidable Encíclica “El evangelio de la vida” (25-03-95). Las normas objetivas estarán siempre firmes en la Iglesia, así se reconozca que en lo subjetivo haya pecado o no, depende de quien obra según lo íntimo de la conciencia de cada cual. Con respecto al anterior es de aclarar el sentido de lo dicho por el Papa Francisco en cierto momento, cuando, refiriéndose también a los homosexuales dijo: “¿Quién soy yo para juzgarlos”?
Es de tener en cuenta cómo el propio Jesucristo se refirió a quienes perseguirían a sus seguidores, quienes pueden pensar, en lo íntimo de su conciencia, que “están haciendo algo bueno” (Mt.10, 16-34), y así se les debe juzgar. El mismo excusaba ante el Padre celestial a quienes lo mataban, y pedía perdón, porque “no saben lo que hacen“(Pc. 2324). Lo que hacían era, ciertamente, “deicidio”, pero ellos, subjetivamente no eran conscientes de ello. A su vez, los actos sexuales entre el mismo sexo son pecado, y contrarios a la ley natural, pero la imputabilidad subjetiva, en cada caso, depende de la convicción de cada sujeto. Fue esto cuando dijo el Papa en ese momento.
Mucho hay que decir sobre este tema. Para ello he hecho algunas precisiones, y he señalado cuándo hay verdaderos pasos hacia adelante y de avanzada, pero que, manteniendo la iglesia puntos doctrinales, no está patrocinando atraso sino el verdadero avance como es permanecer en cierto y firme camino, y no estar vagando por sendas erradas.
*Obispo Emérito de Garzón
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