La prudencia invita a controlar los deseos de hablar, sobre todo en ciertas circunstancias y en el ejercicio de algunos cargos, por las consecuencias que pueden derivarse de una desbocada. Recientemente hemos escuchado alocuciones que han costado a los parlantes más de un dolor de cabeza, por su atrevimiento en el hablar; observemos algunas:
En primer lugar, al Ministro de Defensa, que en una de esas peroratas propias de los ministros entrevistados, se le fue la expresión “máquinas de guerra” para referirse a los menores muertos en el Guaviare en el bombardeo a un campamento del frente “Gentil Duarte” y agregó que se cumplieron los protocolos del DIH. Hasta citación a censura le ha traído al ministro una expresión inadecuada; bien puede entenderse que lo que quiso decir, es que la guerrilla disidente recluta menores de edad, los uniforman y utilizan como escudos de guerra; pero lo dicho no fue claro y las interpretaciones se han dado en todos los calibres. Por supuesto, que la guerrilla comete un delito de lesa humanidad y por ningún motivo se justifica su deleznable actuación, pero el ministro no supo explicar y se enredó en el idioma.
La segunda debocada fue la Alcaldesa de Bogotá, que calificó a los venezolanos como los responsables de los más graves oprobios que ocurren en la capital, a consecuencia de los comentarios sobre el luctuoso asesinato de un joven patrullero de la Policía en manos de unos monstruosos asaltantes de la nacionalidad que sean. Delincuentes hay en todas partes y llegan de todos lados; son universales. Lo que han vivido los vecinos de Venezuela por el régimen de Maduro, bien merece nuestra solidaridad y no el repudio. Por supuesto que muchos de los liberados de las cárceles de Venezuela se encuentran en Colombia; eso es algo con lo que tendremos que lidiar, sin estigmatizar a los vecinos.
Otra salida de cauce en el hablar le ocurrió al señor Presidente de la Corte Suprema de Justicia, seguramente con el mejor ánimo de defender la Corporación de los injustos ataques de politización y parcialización que le vienen atribuyendo, ahora acrecentados con el mediático juzgamiento de uno de los exmagistrados vinculados al llamado Cartel de la Toga. La Corte Suprema es una institución centenaria y le ha brindado servicio de bien a la República y a la democracia; los hechos delictuosos que involucran a algunos de sus ex integrantes, que empiezan a recibir las sanciones de rigor, aplicadas por el mismo sistema judicial; lo que indican es que el sistema funciona y se depura así mismo. El calor del momento lo llevó a referirse a un proceso que se encuentra en curso y del cual la Corte ya no es competente. La prudencia indica que en casos que se encuentran en curso y sobre personas sub-yúdice es mejor no hacer referencia alguna; ya lo hará en su debida oportunidad el funcionario competente y a través de la sentencia.
Bueno, la buena fe se presume y considero que todos los debocados lo han hecho con la mejor intención; pero la lección que queda es que hay que pensar muy bien antes de hablar.