¿A dónde irá la vida?
Parodiando la canción de Marbelle “que sube y que baja, y que vuelve a subir, ¿a dónde irán los muertos, quién sabe a dónde irán? Vamos jugando en un mundo fantasioso de ideas contradictorias.
Así es nuestro mundo legislativo, donde académicos inspirados en la diosa Themis debaten entre lo ético, lo moral y normas constitucionales.
Supongo que toda norma jurídica tiene como base fundamental la ética; diría que la ética es inherente a la justicia. Pero en Colombia practicamos el “que sube y que baja ¿a dónde irá la ética, quién sabe a dónde irá?
Hoy hemos revivido el debate sobre la objeción de conciencia, aquella que nos permite rechazar el cumplimiento de ciertas normas jurídicas por considerarse contrarias a las creencias éticas de una persona, que indudablemente son de su fuero interno.
La sentencia de la Corte Constitucional en su sabiduría estableció tres causales para practicar un aborto, pero ignoró el derecho a la vida que es inviolable y fundamental consagrado en el artículo 11 de nuestra Carta Fundamental. No tuvo en cuenta el principio básico que establece la prioridad de la existencia sobre todo lo demás
La Corte Constitucional ante unas voces indolentes se rasgó las vestiduras y mediante una tutela ordenó al Procurador General retractarse de sus afirmaciones éticas para despejar cualquier duda sobre los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. El Procurador debe manifestar al mundo entero que respeta la libre interrupción del embarazo. Es claro que para la Corte es más importante la pena de muerte de una criatura inocente e indefensa que el derecho a la vida.
Esta tutela de la Corte Constitucional impidiendo la objeción de conciencia me lleva a concluir que toda institución, todo médico puede actuar igual que un sicario; es decir, que cuando se le requiera para practicar un aborto, podrá encomendarse a la Virgen para cometer el asesinato sin escrúpulos, sin importar la sangre inocente que se derrame. Matar será su victoria.
Un panorama sombrío para los no nacidos.