

“Tu destino es vivir como en un teatro donde la audiencia es el mundo entero”, dizque le dijo un consejero a Augusto, fundador del imperio romano y las lindezas de todo orden que esto supuso.
Damos un salto arbitrario de más de dos mil años y nos encontramos con una imagen: un niño pequeño (también podría ser una niña) repite que quiere esto o lo otro y lo vuelve a repetir y lo vuelve a repetir. ¿Qué es eso? ¿Que la mamá (los pequeños casi siempre van con la mamá) no se doblega o no quiere o no tiene cómo darle eso que pide? Puede ser. Pero si la insistencia muta a pataleta, lloros y alaridos pidiendo un helado, una golosina, un paquete de basura frita, ¿qué es eso? ¿Mala educación? ¿Qué es mala educación? Puede ser una forma de acoso, pero no tanto. Son niños y no controlan sus emociones; es parte de su desarrollo, diría alguien experto. Hay posibilidades de darle fin a esta escena; ignorarle y dejarlo que acabe con sus pulmones y las reservas de líquidos, cosa que se ve muy a menudo, para deleite de la gente que los rodea. Reprenderlo verbalmente y hasta con una nalgada, cosa menos frecuente para regocijo de los asistentes. O que la cosa (el hostigamiento) al final funciona y la mamá cede, le da el teléfono móvil para que se distraiga y tenga el contacto imperioso, ineludible con el mundo. Y asunto zanjado.
Otra imagen: entro a una red social equis para desinstalarla, porque no me sigue casi nadie, porque no sigo a casi nadie y no me interesan los debates (histéricos cuentan) que ocurren, con la valentía y la razón que te dan el estar tras unas teclas. Otra clase de pataletas. Pero bueno, la imagen (imágenes) que encuentro son estas. Una chica a quien no se le ve la cara sino un torso cubierto por un brasier (sostén, sujetador) negro y el teléfono apuntando hacia el espejo. Se llama Jell (se le ha cambiado el nombre para respetar su intimidad y sus derechos) y al lado de su nombre la acompaña un emoticón de esos redondos y amarillos, que tienen por ojos, dos corazones. Más abajo hay otra, se llama Andry (se ha cambiado el nombre para bla, bla, bla) y acompaña el suyo con el de una fresa. Las dos me “siguen” y supongo, me invitan a seguirlas. Además, anuncian y advierten con letreros como: “Espíritu aventurero busca compañero para encuentros húmedos”, “Advertencia: +18”, “Sólo añade fotos desnudo en mi página (tal), o “Sé audaz”, “Irresistible seductora”. ¿Qué hago? Las puedo ignorar, insultarlas, o tal vez, prometerles unas nalgadas. ¿Quién crio a estas criaturas? No lo sé. Me pregunto: en estos foros o ante las provocaciones ¿Cuál es la buena educación? ¿Hay buena educación?
Todo esto para decir, que a la luz de los adelantos del ser humano y los por venir, ¿quién, perdón, qué artefacto? perdón, ¿qué “cosa” va a educar a la gente que viene naciendo, por ejemplo, con la IA bajo el brazo? No lo sé, pero con el ejemplo de algunos gobernantes que posan de Augustos, de Nerones o Calígulas, ¿qué se puede esperar? Pues que se les tema, se les admire, se les odie o imite. Será que tan sólo son niños que lo quieren todo, que son espíritus aventureros o irresistibles seductores. Pobres, no controlan sus emociones, ni sus billeteras. Es parte de su desarrollo, diría otro. Son actores, pseudodioses con su parcela de adoradores, remedos de emperador en la arena del circo de la Tierra. Sólo unos malcriados.