Se sorprende uno ante los hechos ocurridos durante la protesta indígena ya que es inconcebible que estos grupos no acepten y menos entiendan el andamiaje administrativo del país. La violencia y sevicia con que fueron atacados los miembros de la policía deja un amargo sabor de caos y desgreño patrio. No puede ser posible que prevalecidos de su condición, estas comunidades desconozcan la ley y más aún, desconozcan la autoridad.
No tiene explicación válida el secuestro de un componente policial que, pudiendo repeler el aislamiento, prefirieron ceder antes que llevar la situación a términos de franco enfrentamiento. Dura prueba de control, temple y autodominio. Esa es nuestra policía, demostrando el profesionalismo antes que su propia seguridad. Ya lo manifestaba en su momento el ministro de Defensa, Luis Carlos Villegas: “se trató de un hecho repudiable”. Por otro lado, aseguran testigos que “estas guardias indígenas no midieron las posibles consecuencias de sus desmanes”.
Los que tuvieron la oportunidad de ver el estado de laceración en que llegaron esos policías a la base Marco Fidel Suárez pensaron que se trataba de un enfrentamiento con fuerzas irregulares, provistas de armas y capacidad bélica considerable. Nunca imaginaron que las heridas fueron causadas por una agrupación indígena y mucho menos de un movimiento cívico.
En este caso, como muchos anteriores, veremos comisiones indigenistas, reportando lesionados en sus grupos y responsabilizando a las instituciones de la fuerza pública de malos tratos y violencia. ¡Las denuncias ante procedimientos frente a estos pueblos no se hacen esperar!, pero si somos conscientes veremos que los ánimos al interior de estas etnias están exaltados, y no abren espacios, pues el Gobierno Nacional ha mostrado interés de continuar diálogos con el Consejo Regional Indígena del Cauca y esperamos que esta semana finalice la renuencia a retomar los temas para solucionar la situación.
Pensaría uno que detrás de estas protestas y bloqueos existen intereses oscuros. Recordemos que el narcotráfico está al orden del día sobre programas en cultivos, tanto hacia erradicación como sustitución; los disidentes también miran hacia estas concentraciones humanas; la minería ilegal no se puede descartar y añadiendo, como colofón, lo enrarecido del problema. En fin, son muchas las aristas que se pueden colgar a tan sensible y delicado asunto, que se torna imposible de dilucidar, porque la violencia es abrumadora y la negativa a negociar está a los mismos niveles.
Lo triste del panorama es que al ser identificables los miembros de la Policía tendrán que responder por sus actuaciones, personales y de conjunto, en cambio las mingas al refundirse los agresores en el grupo, evadirán la responsabilidad por sus actos. Es una dura realidad que debe enfrentar la fuerza pública. La experiencia enseña que el restablecimiento del orden trae consecuencias.