MARÍA ANDREA NIETO ROMERO | El Nuevo Siglo
Lunes, 9 de Septiembre de 2013

Leche derramada

 

Es  cierto que el paro agrario demostró que es equivocado creer que en el campo colombiano las cosas están funcionando como nos lo han querido vender los gobiernos de turno. Es cierto que hay descontento con los tratados de libre comercio, que entre otras cosas se negociaron en los gobiernos de Álvaro Uribe Vélez y que en este gobierno se han venido implementando, podría decirse que a los trancazos. Lo cierto es que en una negociación no se obtiene lo justo, sino aquello que se negoció. Para mí antiuribista que soy hasta el final de los días, cabe una gran responsabilidad del equipo negociador del entonces Presidente, pero tampoco soy del estilo de quedarme llorando sobre la leche derramada y los alimentos tirados en las carreteras mientras en el Chocó los niños/as se mueren de desnutrición.

Los tratados de libre comercio nos exigen salir de nuestra zona de confort y nos ponen de frente con las demandas de los mercados con los que tenemos los acuerdos. Un ejemplo para lograr lo anterior son las macrorruedas organizadas por Proexport. En este país si hay una entidad eficiente es esa. Además de la impecabilidad de sus eventos y el profesionalismo de sus funcionarios, las macrorruedas se caracterizan por poner de frente a los empresarios de Colombia con los del país respectivo. La semana anterior tuvo lugar una en Chicago con compañías canadienses y americanas. En muchos casos, y en especial los canadienses, exigen que se cumplan requisitos fitosanitarios complejos, sellos verdes, productos orgánicos, empaques específicos y un sinfín de variables con las que se enfrenta el empresario colombiano y a las que debe hacerles frente. Si quiere vender y sacarles provecho a los tratados, debe acomodarse a los requerimientos del comprador. En esos eventos, nunca se ve a un empresario colombiano indignado, tirando las muestras al piso, alegando con los de Proexport, o maldiciendo porque no le quieren comprar el producto tal cual él lo ofrece.

Corregir las ineficiencias lleva tiempo. Tiempo que a la larga nadie tiene, porque hay costos fijos que cubrir, flujo de caja que tener y al final familias que mantener. Colombia no puede seguir vendiendo commodities y basando su economía en el sector agrario. Hay que empezar a transitar hasta llegar a convertirnos en una potencia en mercados de nicho.

Lo cierto es que China está incumpliendo pedidos, subiendo precios y dejando de atender a los clientes más pequeños. En ese sentido, Colombia tiene una gran oportunidad. No quiero pecar de injusta, pero sí de realista. Lo que fue, fue con los tratados, y ahora por el bien de todos hay que hacer patria, que se hace más “maletiando” que echando piedra.