Mario González Vargas | El Nuevo Siglo
Lunes, 20 de Julio de 2015

¿Desescalar para agilizar?

 

EL  Gobierno y las Farc optaron por acordar unos mecanismos de agilización del proceso de negociación, mediante el desescalamiento de las acciones militares que faciliten, en un plazo de 4 meses, evaluar la viabilidad de continuar con la búsqueda de la paz.

Como abrebocas a la ejecución del acuerdo, el Presidente sorprendió con la afirmación de que el Estado no está en capacidad de someter militarmente a la guerrilla, antes de 25 años. Esa desafortunada frase traduce el espíritu con el cual el Gobierno implementará los términos del convenio y confirma esa actitud de debilidad que lo ha acompañado durante la negociación. 

Todo ello acentúa las preocupaciones sobre lo recientemente acordado. Parece claro que el objetivo a alcanzar, cuanto antes, es el cese al fuego bilateral y definitivo, aún sin la firma de un acuerdo, y el medio para lograrlo es el desescalamiento de las acciones de la fuerza pública. ¿Puede la fuerza pública suspender, o disminuir acciones que le impone la Constitución, destinadas a proteger la vida de los colombianos y la propia seguridad nacional? Es indudable que no. Si así lo hiciere, garantizaría santuarios para la guerrilla, permitiría el fortalecimiento de sus tropas, la siembra de matas de coca y la producción de cocaína, el tráfico de estupefacientes, la extorsión, el reclutamiento de menores, la minería ilegal, y otros tantos delitos cometidos al amparo de la inacción de la fuerza pública. De hecho, es un cese al fuego bilateral indefinido, “chambón” para los colombianos, pero generosa dádiva para el terrorismo. Está, además, sembrado de incertidumbre, en cuanto “la agilización de las conversaciones y las medidas de desescalamiento deben avanzar a la par”. ¿Cuánta parálisis de la fuerza pública no se logrará al amparo de avances inocuos, como los que se han producido con los tres acuerdos parciales, plagados de reservas, en estos largos años? En cuatro meses seguiremos desescalando, porque el Presidente habrá perdido, definitivamente, la posibilidad de imponer condiciones y la capacidad de pararse de la mesa. Triste escenario, fruto de la obsecuente acción de conceder por una simple ilusión que, de esa manera, nunca se hará realidad. Solo aumentará la zozobra de los colombianos. Es tal la angustia, que hasta el Vicepresidente ya formula interrogantes.

Entre tanto, el Presidente solicita un lenguaje benigno para referirse a las Farc, al tiempo que agudiza sus agresiones verbales contra el Procurador y continúa con la estigmatización de sus críticos como supuestos enemigos de la paz, con el propósito de cosechar votos en octubre, pero con el riesgo de terminar cautivo de su propia soledad.