MAURICIO BOTERO MONTOYA | El Nuevo Siglo
Lunes, 2 de Julio de 2012

El capo

 

La serie sobre Pablo Escobar retrotrae  al televidente a los años 80 cuando el capo entra a la arena política. Algunos con pudor de Fray Gargajo, creen que el país no está maduro para ese recuerdo. Pero no dicen cuál es el termómetro para decir en qué momento hacerlo. Con animo lleno de escrúpulo omiten el principio terapéutico, “saber lo peor de nosotros mismos no nos hace peores”. Y es natural que de esa descomposición social generada por los adictos estadounidenses se produjese una bestia como Pablo. Y natural que algunos prefieran acallar esa época por cuanto gravitó en la política nacional a través de gobiernos como el de Samper y Uribe.

La chequera del familiar de Obdulio, ideólogo y consejero del presidente Uribe, giró el pago de los sicarios que asesinaron a los hombres de Estado opuestos a la mafia. Chitón y silencio no sea que alguno se incomode.

Más de la mitad de la población colombiana tiene menos de 30 años ignora lo que ocurrió. Es como si se pudiese ocultar a la generación de 60 años lo que ocurrió en el cuatrienio de Ospina Pérez, por ejemplo. Esa clase de tapujos hace parte de una mentalidad oscurantista. Ignora ya no sólo el aporte liberador del sicoanálisis sino el bíblico “la verdad nos hará libres”.

Incluso si la serie televisada tiene gazapos, omisiones, efectismos, es un paso adelante frente a la gazmoñería de la ignorancia oclusiva o de la perfidia política interesada. Al compañero de estudios Rodrigo Lara le tenían interceptado el teléfono como luego haría el gobierno Uribe con los magistrados. Esa clase de paralelismos no la podría hacer una generación que no tiene memoria de lo ocurrido en su niñez, por ejemplo. Para asesinar a Lara, el capo les ofrece 150 millones a los miembros del M-19, estos “no sólo se niegan, sino que además le advierten de los riesgos” según Alonso Salazar, autor del libro base de la serie. Nota él también una aberración religiosa “en el Valle de Aburrá 67 parroquias dedicaban su culto a la Virgen María y sólo 32 a Jesucristo” Se trataba por supuesto de lo que se conoció como la Virgen de los sicarios, novelada por Vallejo años después.

El autor luego alcalde de Medellín, sancionado por el Procurador Ordóñez en un fallo político injusto, cuenta en su interesante libro cómo el presidente Betancur, el expresidente López y Carlos Jiménez, procurador, recibieron la propuesta en 1984 de todos los jefes narcos de entregarse, dejar el tráfico y entregar laboratorios, rutas y aviones. La embajada estadounidense fue  alertada por Juan Manuel Santos con una chiva en primera página de El Tiempo.

Dice Salazar “Años después el periodista Santos se arrepintió, con lágrimas de cocodrilo, del manejo que le dio al tema… una negociación en aquel tiempo le hubiera evitado al país el desangre, las guerras y las secuelas de corrupción y desprestigio internacional que se siguieron”. Es bueno para jóvenes y viejos conocer la historia. Y en contra del parecer de los Fray Gargajos, averiguarla.