El agua y los cazafantasmas
Había un reverendo apellidado Dodge que cazaba fantasmas en el siglo XVII. Recorría los caminos con un látigo azotando a los espíritus invisibles y los buscaba en los cementerios. Aquí tenemos cazadores similares cuyo látigo es la analogía histórica, y analogan al presidente Santos, sin la menor sindéresis, con Stalin, con Kerenski, o con Hitler. Es un abuso del método comparativo en el que la analogía desborda lo analogado. Estos reverendos Dodge de ahora, en prensa y radio, no parecen comprender que toda exageración es insignificante.
La negociación con las narco-guerrillas no es una claudicación ante el comunismo. Es el reconocimiento factual del Estado colombiano de que es casi imposible derrotar al hedonismo adictivo norteamericano que sostiene a esos narcoguerrilleros bien pertrechados. Las Farc no tienen un concepto de Estado alterno. Ni tienen capacidad para imponerlo si lo tuvieran. En medio siglo han mantenido la guerra interior y pueden mantenerla con la ayuda de los adictos estadinenses. Pero eso los ha degenerado en proveedores, no en los guerrilleros heroicos del ideal guevarista. El Che Guevara, equivocado cuanto más, tenía el talante de un asceta. En cambio el mono Jojoy tenía “look” de lechona.
El presidente Santos dio respaldo público a la decisión del alcalde Gustavo Petro de controlar la venta del agua en bloque. Una especie de subsidio acordado hace veinte años por la alcaldía capitalina para vender agua a los municipios de Cundinamarca a cambio de reforestación y búsqueda de otras fuentes. Ahora es evidente que los pueblos vecinos no han cumplido lo prometido.
Y Bogotá teme tener una sequía para el año 2030. ¿Qué hicieron los municipios con el agua en bloque? Crearon una burocracia local con ese subsidio. Los urbanizadores presionaron sobre localidades como Funza, Mosquera, Madrid y Cajicá para construir sin mayor control y con precio barato de la tierra en espera de que Bogotá corra con la cuenta.
Son intereses privados poderosos que se han unido en contra de Petro. Los mueve el lucro sin preocupación social. Por fortuna en términos legales está bien definido el concepto de perímetro urbano. Y si no pueden seguir haciendo metástasis sobre la sabana, tratarán a la brava de atacar al alcalde. Pero ya el Presidente terció a favor del orden social. Los pueblos de la sabana tendrán agua pero con contadores individuales y no en bloque. Los urbanizadores deberán correr con los compromisos de desarrollo comunitario pactado y no a su capricho alegando “derechos” adquiridos. El capitalismo salvaje que no respeta ecología ni sociedad no puede seguir escudándose con el espantajo de que “tenemos un guerrillero de alcalde, ala”. Y más allá de partidismos acomodaticios, la proyección sobre la escasez del agua para Bogotá es algo serio. Petro y el Presidente tienen razón. Es necesario defender esa causa que es la de todos. Incluyendo a los más codiciosos iracundos, cazafantasmas.