Meditaciones post-Trump | El Nuevo Siglo
Domingo, 13 de Noviembre de 2016

Hace 27 años, con la caída del muro de Berlín, el mundo celebró lo que Pink Floyd llamó “un gran día para la libertad”.  El Brexit, la elección de Trump como presidente de los Estados Unidos, el ascenso de movimientos y líderes populistas en ambos extremos del espectro político en Europa -de Podemos a Orbán, incluyendo a Le Pen y a Alternativa por Alemania-, la exacerbación del nacionalismo en sus diversas formas y manifestaciones, y el uso extendido del miedo en el discurso político, parecen ser las notas con las que empieza a entonarse el réquiem de esta era liberal.

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No es la democracia la que está en crisis, sino el liberalismo (tanto político como económico).  El liberalismo republicano está bajo asedio.  Y al liberalismo económico se le atribuyen todos los problemas (desde el cambio climático hasta la desigualdad), aunque sea en el marco del liberalismo -que favorece la creatividad, la innovación, la competencia y el emprendimiento individual- donde puede encontrarse la mejor forma de resolverlos.  Siguiendo la lógica de Francis Fukuyama, la Historia estaría volviendo a comenzar.  No debería subestimarse entonces el riesgo de repetirla.

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En todo el mundo se experimenta una suerte de “huida de la razón”.  La razón ha huido de la esfera pública y se atrinchera no se sabe dónde.  (No está, en ningún caso, en los journals indexados de los que se alimenta la vanidad universitaria).  A su vez, la ciudadanía huye de la razón, refugiándose en el imperio de las emociones, buscando el consuelo de las identidades atávicas, parapetándose tras viejos y nuevos prejuicios.  Es tiempo de volver a preguntarse con Job:  Pero la Sabiduría, ¿de dónde sale? ¿Y cuál es el lugar de la Inteligencia?

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¿Y dónde está el liderazgo político?  Las élites están fragmentadas, y su fragmentación sirve de acicate a los oportunistas.  Las élites están desconectadas de las grandes capas de la población, y esa desconexión abre una grieta por la que se cuelan hábilmente los demagogos de toda calaña.  La abulia se apodera de los gobernantes, y éstos, en lugar de dirigir y orientar a la opinión pública, se pliegan obsecuentes a sus más inmediatas pulsiones.

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En todo Occidente se siente el vértigo de una inminente caída.  Tras siglos de refinamiento y elevación del espíritu, sólo tedio y vacío.  Occidente espera a los bárbaros que vienen de dentro.  Tal vez, aunque dolorosa, los bárbaros sean una solución.

*Analista y profesor de Relaciones Internacionales