En la última novela de Posteguillo (“Y Julia retó a los Dioses”) aparece una batalla campal en el Olimpo entre los dioses: unos en favor de Julia Domna, la esposa de Septimio Severo, y otros en su contra.
Durante el día sin IVA de la semana pasada en Colombia debió suceder algo similar: se enfrentaron Mercurio (el dios del comercio) y Asclepios (el dios de los médicos). Con el resultado ya conocido: triunfó apabullantemente el dios del comercio sobre el de los médicos.
Pero claro, con la ayuda de Zeus (el dios del gobierno) que terció descaradamente en favor de los comerciantes: si las ventas durante el día sin IVA fueron, como lo ha anunciado el director de la Dian cercanas a los 5 billones de pesos, ello significa que la renuncia al recaudo del IVA que asumió el fisco nacional para animar esta feria del consumo suntuario ascendió a cerca de un billón de pesos. Que no es poca cosa.
¿Y todo esto para beneficiar a quién?
¿A la reactivación de la economía? Es muy discutible que ello sea así. Uno de los grandes enigmas de estos días sin IVA es que ellos pueden no ser otra cosa que un anticipo de consumos que de todas maneras se iban a hacer. O sea, que la gente que compró, por ejemplo, un televisor, ya tenía pensado adquirirlo. Con lo cual lo único que se logró fue anticipar para el mágico día su decisión de compra.
Pero además: ¿es este el tipo de estímulo a la demanda que debería tener prioridad en el proceso apremiante de reactivación de la economía y del empleo en que está sumida Colombia? Todo indica que no. Paradójicamente el día sin IVA coincidió con la divulgación por parte del DANE de los datos de caída en la economía que se registró en abril: menos 20%; porcentaje que tristemente coinciden también con los datos de desempleo divulgados para el mes de abril: 20%. Una y otra cifra sin precedentes en la historia reciente del país.
Entonces, ¿una efímera inyección consumista de un día va a reactivar el crecimiento y el empleo? Hay que dudar que ello sea así. Aunque sean tres las inyecciones que se apliquen con los tres días sin IVA. La verdadera reactivación comenzará cuando la industria, el transporte, el turismo y el comercio, entre otros, empiecen a reanimarse y a funcionar normalmente. Observando por supuesto las normas de bioseguridad requeridas. Mientras tanto, estos días sin IVA no son más que epilépticas inyecciones consumistas cuyos efectos se van a diluir más temprano que tarde.
Pero además: inyecciones que son altamente chocantes. El espectáculo de montoneras de compradores básicamente de electrodomésticos, la mayoría de los cuales importados, peleándose a dentelladas y codazos estos consumos suntuarios, deja la desagradable sensación de indiferencia hacia los cerca de nueve millones de hogares a los cuales la pandemia ha dejado o desempleados, o en una situación de precariedad que no les permite comprar ni siquiera un mercado. Ojalá las reglamentaciones que se anuncian para los dos días restantes sin IVA a fin de evitar aglomeraciones resulten eficaces: ya que de todas maneras, y con no poca arrogancia, se anunció que de todas maneras se harían.
Con toda razón el New York Times y la agencia Bloomberg se refirieron con sorna a Colombia preguntándose si es que no sabíamos que había llegado el coronavirus. Y si no éramos conscientes de los riesgos que estas aglomeraciones representaban. Los expertos han señalado que los efectos indeseables vía nuevos contagios que dejarán estos 98 focos de congestión que hubo en el país -y que al gobierno le parecieron pocos- se verán en las próximas dos o tres semanas.
A quien sí benefició este atolondrado día sin IVA fue a unas pocas grandes cadenas comerciales que vendieron jubilosas y agotaron sus inventarios de electrodomésticos. Pero es bien discutible que alguien más hubiera salido beneficiado.
Si: hubo el pasado viernes 19 de junio una batalla entre los dioses. Y todo indica que el vencedor fue el dios del comercio en demérito del dios de la medicina.