Cada año es una caja de Pandora, y, a decir verdad, 2020 lo fue de un modo paradigmático. De 2020 salieron prácticamente todos los males: la pandemia y las muchas disrupciones que ha provocado; la cicatriz inmunológica que dejará su paso por el mundo; la respuesta desatinada y torpe de algunos gobiernos; la evidente falta de responsabilidad personal y cívica de muchos individuos; la penuria de tantos empresarios y trabajadores; en fin, ninguna lista será suficientemente exhaustiva… Pero fue un año, también, al cabo del cual emergieron la esperanza y el consuelo: las distintas vacunas desarrolladas en tiempo récord por la comunidad científica, y en las cuales está depositada la expectativa universal de que, más pronto que tarde, será posible reconstruir la normalidad de la vida cotidiana, recuperar el tiempo perdido, y -si no hay mejor alternativa- transitar de la pandemia catastrófica a una endemia manejable, aunque ciertamente incómoda.
Entre tanto, una nueva caja de Pandora se ha abierto, y está por verse qué males y qué esperanza prodiga este 2021. Cabría esperar que no fuese peor que 2020, pero, más de una vez, las leyes de Murphy han dictaminado el curso de la historia. Cautela y moderado optimismo se imponen, entonces, a la hora de empezar a recorrer un calendario que, por ahora, está lleno de misterios.
¿Cómo arrancará la administración Biden en Estados Unidos (y cuánto durará)? ¿Cómo afrontará su primer desafío en materia de política exterior, ya sea que provenga de Pyongyang, de Pekín, de Moscú, de Teherán, o de algún recóndito lugar que aún no tienen en su mapa ni los arúspices de la estrategia ni los comentaristas de la radio? ¿Qué tanta distancia tomará de su predecesor, en qué cuestiones, y por cuánto tiempo?
¿Qué será de China, cuyo ascenso pasó primero de pacífico a armónico, y ahora parece evolucionar de armónico a cada vez más competitivo? ¿Cómo se alinearán las fuerzas en el Indo-Pacífico, el nuevo centro de gravedad de las geopolíticas (así, en plural) contemporáneas? ¿Qué tipo de “bipolaridad” -la palabra no significará ya lo que significaba en el pasado- será la que emerja entre China y Estados Unidos? ¿Y qué alternativas estratégicas tendrán otros actores, desde India, Australia y Japón, hasta Colombia, Europa y Nigeria?
¿Sobrevivirá otro año el régimen de Nicolás Maduro en Miraflores? Y de ser así, ¿cómo resolverá Colombia los inevitables asuntos derivados de una vecindad que, hasta cierto punto, hace la cohabitación forzosa? ¿Acabará el señor Guaidó convertido en la versión latinoamericana del papa Luna en Peñíscola, aunque sin Concilio de Constanza que restablezca la unidad y la legitimidad en Venezuela?
¿De qué naturaleza, magnitud y consecuencias será el próximo ciberataque a gran escala? ¿A dónde conducirán el “acuerdo de paz” y la retirada estadounidense de Afganistán? ¿Qué titular regalará este año a los periódicos el islamismo radical?
Pero, sobre todo: ¿qué misteriosa esperanza guarda 2021, que pueda consolar a la humanidad de su incertidumbre y su desasosiego?
*Analista y profesor de Relaciones Internacionales