CON ENTEREZA Y DIGNIDAD
Quisieron poner contra la pared al Procurador Alejandro Ordóñez, entre su conciencia y la cárcel. Todo lo urdió una red de personas que, con seductora pero no valedera argumentación, llegan a arrastrar hasta mujeres buenas a que como reclamo de sus “derechos” pidan la permisión del asesinato de niños inocentes en el vientre materno. Lograron que una Corte del más alto nivel de responsabilidades exigiera al Procurador “rectificación” de algunos de sus pronunciamientos y providencias, esperando que se retractara de sus principios basados en la ciencia y en la costumbre milenaria de pueblos civilizados que defienden la vida de los humanos desde la concepción hasta la muerte natural.
Ese propósito no lo lograron, y, solamente, con altura, entereza y dignidad, obedeció Ordóñez echar atrás algunos conceptos descalificantes de campañas oficiales, y sobre la certeza del efecto abortivo, discutido, de una píldora. Ni un milímetro echó atrás el Procurador en sus bien cimentadas convicciones sobre la inaceptabilidad del aborto mismo, dando una lección de acatamiento a una orden, ni de tan clara validez, pero con el valor de sostenerse en sus sólidos criterios.
Con inteligencia, y asistido por la luz de lo Alto, dio respuesta, Ordóñez, a esa bien orquestada prueba colocada con la clara intención de minar su bien conquistado prestigio por su rectitud y amor patrio. Qué dolor nos daría que en Colombia, a personas de ese talante se las proscribiera porque su actuar correcto nos resultara incómodo. ¡En qué “civilización” y en qué republica estaríamos!
Ha quedado marcada la invitación a escoger entre ser personas firmes en defender derechos como el de la vida de los humanos, reclamado científicamente desde su concepción, o estar a merced de campañas que abren paso al holocausto de los más débiles cuando su supervivencia incomoda a otras que por instinto debieran ser sus más decididas protectoras.
Sin embargo el ansia de ampliar la facilitación del aborto se ha despertado a raíz de no conseguir rectificación de fondo de lo irrectificable. Hay empeño en implantar el aborto, a toda costa, por medio de la “despenalización”, con desprecio de principios basados en la ciencia que reclaman respeto pleno de la vida humana desde su inicio. Es que hay el aterrador peligro de que de ese disfraz de quitar penas se pase, enseguida, a un derecho reclamable, con toda clase de argucias, como se ha requerido en los casos limitados que consagró una muy discutible decisión de la Corte Constitucional. Tenemos consagrado el derecho a la vida como el primero de los derechos en nuestra Constitución (Art. 11), de un Estado Social de Derecho (Art. 1), y no su atropello dictatorial con prescindencia de la ley natural pero se busca socavarlo con esas reiteradas pretensiones.
Es el momento de pedir que en un “país laico”, si es civilizado, debe haber el respeto por quienes tienen firmes principios religiosos, en sí no opuestos sino fortalecedores de los dictados de la verdadera ciencia, llamados a defender cuanto es de verdadero bien para la humanidad. Es momento de invitar a tapar los oídos a quienes, por fobia insana, quieren darle ostracismo a cuanto contenga alguna conexión con lo religioso. Están esos llamados, con testimonios valerosos, a cerrarle el paso a fanatismos liberticidas que llegarían a suprimir toda norma, aún aquella de que “la conciencia es la voz de Dios”, algo que golpea el corazón de una mujer cuando es tentada a acabar con el fruto de sus entrañas. Hay que estar alerta por que bajo el eufemismo de “defensa de los derechos reproductivos de la mujer”, cuanto se intenta, y se quiere poner en sus manos, es defensa de “derechos asesinativos”.
*Presidente del Tribunal Ecco. Nacional
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