MONSEÑOR LIBARDO RAMÍREZ GÓMEZ* | El Nuevo Siglo
Domingo, 8 de Septiembre de 2013

Reglas claras

 

Insisto,  hoy, en poner en guardia en cuanto a caminos hacia la paz, no como pensamiento oficial de la Iglesia sino como el buen sentir de ciudadano honesto que ama a su Patria. Después del llamado anterior a conseguir la paz “pero no a cualquier precio” (El Nuevo Siglo 01-09-13), siento necesidad  de decir algo más que espero contribuya a enrutar, en momentos de perplejidad y confusión. Se aprecia buena voluntad en procesos como el de La Habana, pero se advierten actuales y futuros escollos por la falta de haber definido reglasclaras para él. Se han criticado los errores de lo actuado hace trece años en el Caguán, pero pienso que iguales o mayores se van teniendo en el de estos días.

Ha debido ser primera regla de juego el reconocimiento del grave error de pensar que por medio de lucha armada, sea el camino para arreglar el país. Faltó exigir propósito inmodificable de dejar definitivamente las armas como medio de solución social, para entrar a diálogos. También ha debido estar la exigencia de no negociar con un fusil sobre la mesa, manifestar firme decisión, con real arrepentimiento, de no volver a activarlo. Ha sido temerario aceptar negociar sin quitar esa actitud amenazante de volver a lo mismo si no se accede a sus propósitos.

Punto básico que asimismo hay que colocar como regla esencial, el compromiso de buscar la paz, reconocida como necesidad, primordial, pero con la precisión de que no se harán  concesiones que desestabilicen al país. Un Gobierno que tiene una seria Constitución,  lograda en apreciable consenso nacional, al adelantar conversaciones con cualquier grupo, más si viene de una insurgencia que ha cometido graves desmanes, tiene que dejar muy en claro que se culminará dándole a lo convenido base legal sometiendo su aplicación a canales constitucionales.

Es preciso actuar dentro de esos cauces, sin estar buscando atajos para dar concesiones y privilegios a los dialogantes para que “por misericordia” nos dejen en paz. Hay normas nacionales, con acogida de todo el pueblo, y, también,  otras internacionales, que no pueden negociarse pues traerían desestabilización interna o condenas por incumplimiento de serios pactos con la Comunidad de las Naciones.

Para dar esa base legal, a cuanto se concluya hay distintas maneras que se deben estudiar, para llegar a un acuerdo realmente democrático. ¿Por qué no pensar en que sea en un Parlamento, elegido con responsabilidad, en donde, por medio de Actos Legislativos se vayan convirtiendo acuerdos serios en leyes actualizadas a las necesidades nacionales?¿Por qué no discutir, y no rechazar, de plano, la propuesta de una Constituyente, elegida popularmente, sin presiones indebidas, con definida reglamentación, que acoja o no las propuestas que vengan de esas mesas de negociación? ¿Por qué no ambientar y abrirle paso a un Referendo, pero concertado con la opinión nacional y con claridad de su contenido?. Que se escoja uno de esos caminos, y, que se tengan, finalmente, reglas claras para llegar a buen final.

Punto que reclama ponderada aplicación  es el“Marco Jurídico para la Paz”, declarado exequible pero con claras precisiones que se han de cumplir si no queremos hundirnos en un piso deleznable. Debe quedar en firme la reparación a las víctimas, que hay que  exigir, naturalmente, a los victimarios. Hay que estar atentos a no  quebrantar pactos internacionales, en especial en no dar impunidad a delitos atroces sobre los cuales hay en las normas internacionales exigencia de adecuadas penas. Hay que deponer las armas para gozar de beneficios. Hay qué examinar caso por caso, y no se pueden dar indultos universales e indeterminados.

Si se avanza dentro de reglas claras de juego, y no se deja de lado implorar la asistencia divina, sí podemos alimentar la esperanza de llegar a una paz estable  en Colombia.

monlibardoramirez@hotmail.com

*Presidente del Tribunal Ecco. Nacional