MONSEÑOR LIBARDO RAMÍREZ GÓMEZ* | El Nuevo Siglo
Domingo, 13 de Octubre de 2013

Del Papa Francisco (III)                                                                             

 

Acerándonos  al verdadero pensamiento del Papa Francisco, cuyo estilo diáfano, franco y directo, que sorprende y entusiasma a muchos, y deja perplejos a otros tantos; para no dispersarnos he asumido en estos comentarios, las  respuestas dadas al jesuita Director de la Revista Civiltá Cattolica (19-08-13).  Ya hemos anotado que no trata el Papa de socavar la doctrina perenne de la iglesia, que es su cimiento, para dar gusto a muchas mentes contrarias a ella, o quienes ilusoriamente piensan que con ello se fortalecerá, sino que cuanto refleja el Papa es una modalidad materna hacia todos los humanos, aun de ideas contrarias a ella.

Siguiendo el conjunto de cuanto expresa nuestro apreciado Pontífice es de advertir su reiterada afirmación de que no insiste en cuestiones controvertidas como el aborto y las prácticas  homosexuales, pues sobre ellas  hay doctrina que “suficientemente conocemos”, “y yo soy hijo de la Iglesia”. Se remite, para estos temas, como a documento básico, a lo enseñado en el Catecismo de la Iglesia Católica,síntesis en doctrina y en moral del Concilio Vaticano II. Insiste en que el punto central y fundamental de cuanto hay que poner de presente es recordar a toda persona: ”¡Jesucristo te ha salvado!”.Que la Iglesia y sus ministros, en lugar de estar repitiendo a diario condenas sobre asuntos ya señalados como desvíos o pecados, que, con sentido de misericordia, repitan esa grande verdad, y sean capaces, con ello, “de caldear el corazón de las personas, de continuar con ellas en la noche de sus ideas, sin pederse en la oscuridad”.

Manifiesta el Papa su preocupación por tener una Iglesia que responda a la humanidad de hoy, se siente en el corazón del Papa Francisco su anhelo de tener “una Iglesia que encuentra caminos nuevos,capaz de salir de sí misma, yendo hacia el que no la frecuenta”. Advierte el hecho de quienes han abandonado a la Iglesia por no sopesar todo el bien que hay en sus valores seculares, y se  han ido en busca de algo que les parece “fabuloso” (II Tim. 4,4). Dice que estos al lograr que reflexionen sobre la fatuidad de esa opción, y, con amor, delicadeza, audacia y valor se les hacen los debidos replanteamientos, pueden retornar al aprecio de aquello que antes los alejaba de ella.

En ese acercamiento a los distantes en convicciones, y en estilo de vida, lejano del pensamiento de la Iglesia, como en el caso de un homosexual, hay reflexión del Papa que reclama especial atención. Primordialmente, pide respeto por lo opción íntima de cada persona, su conciencia, su convicción profunda, que no puede ser violentada, ante lo cual, aún como Papa, dice: ¿“quien soy yo para juzgarlo”? Pero, a renglón seguido, defiende que “la religión tiene derecho a expresar sus propias opiniones al servicio de las personas”, punto sobre el que hace  profunda reflexión, y remite, sin cuestionamiento, a cuanto enseña elya mencionado Catecismo de la Iglesia Católica(nn. 233357-2359). Se ha hecho, allí, pronunciamiento oficial de la Iglesia sobre los actos homosexuales, que son calificados de “intrínsecamente desordenados” y “contrarios a la ley natural”, pero se reclama trato materno y ofrecer ayudas a la guarda, desde su condición, a la inalterable y salvadora virtud de la castidad, para practicarla, al estilo de las que se ofrecen a los heterosexuales.

Punto álgido en ese tema, recordado por el Papa, es el de que “hay que tener siempre en cuenta a la persona… Con deber de acompañarla a partir de su condición… con misericordia”. Profundiza, el Papa, diciendo: “aquí entramos en el misterio del ser humano”. Para el trato a estas personas, y buscar tratamiento a cada ser humano en conflicto entre sus impulsos y los mandatos divinos, el consejero espiritual necesita “especial asistencia del Espíritu Santo”. (Continuará).

monlibardoramirez@hotmail.com

*Presidente del Tribunal Ecco. Nacional