Lo único que sabemos con certeza es que tanto en Colombia como en el resto del mundo la situación de la salud y de la economía está en cuidados intensivos. Y en lo relacionado con la política fiscal solo conocemos un cúmulo desordenado de cábalas, propuestas que están saliendo a la superficie, ninguna de las cuales tiene un asidero sólido, hasta tanto no hable el Gobierno que es a quien le corresponde hacerlo.
Es apremiante que el Gobierno, o sea el Ministerio de Hacienda y Planeación, presenten debidamente cuantificada la situación fiscal del país. Y sobre todo, lo que viene hacia adelante. Mientras no lo hagan seguirán proliferando proyecciones y propuestas construidas más con el deseo que con la realidad. Que confunden al crear falsas expectativas que luego es difícil desmontar.
Por ejemplo, a alguien se le ocurre que el déficit fiscal debe ser en el 2020 del 6% del PIB y no del 4,9% como recomendó la comisión asesora dela regla fiscal. ¿Y por qué no del 7% o del 8%, porcentajes que como van las cosas se acercan más a la gravedad de la situación? Anif propone que se le entreguen $450.000 a cada familia pobre del país “para poder comer”, propuesta que vale la friolera de 7,5 billones, sin contarnos de dónde saldrán los recursos. Las cartas con las que gremios y grupos de presión tienen inundado al Gobierno piden que se subsidien las nóminas o simplemente que las asuma en su totalidad el Gobierno. Avianca está pidiendo pista para un barrigazo de emergencia. Otros proponen una condonación general de deudas bancarias a las empresas que conserven puestos de trabajo. Y así por el estilo. Las propuestas abundan.
Mientras el Gobierno no devele cuál es exactamente la situación fiscal del país y sobre todo cuáles son las posibilidades del fisco para financiar el programa de gasto público contra cíclico, seguiremos moviéndonos en el estéril mundo del ojímetro. Y de las iniciativas alegres.
“Nadie sabe cuál va a ser la pintura de las finanzas públicas”, dijo el viceministro de Hacienda en audiencia que tuvo lugar el miércoles de esta semana en el Congreso. Es necesario que se conozca cuanto antes esa pintura.
¿Y qué debe dibujar el Gobierno sobre ese lienzo? Lo principal es esto: ¿cuál es el programa de gasto público que tiene en mente para enfrentar la crisis y reactivar la economía y el empleo? ¿Cuánto vale ese programa? ¿Con qué secuencia se van a hacer estos gastos? ¿Cuáles serán las prioridades? ¿De qué recursos se dispone y de cuáles no? ¿Qué esfuerzo complementario se le va a solicitar al sector privado?
Resulta muy preocupante ver, por ejemplo, informes como el que publicó el Tiempo del pasado 25 de abril en el que se afirma que Colombia es uno de los países latinoamericanos que menos recursos fiscales está destinando para atender la emergencia del Coronavirus y el alivio de las familias pobres y vulnerables. El Perú, por ejemplo, ya promulgó un programa de gasto público contra cíclico que es el doble como proporción del PIB del anunciado hasta el momento por Colombia.
El Gobierno ya anunció el programa de lo que pudiéramos llamar los “primeros auxilios” ($14 billones, que es la cifra que aparece en el decreto de la emergencia). Ahora resta detallar el programa de gasto público de mediano y largo plazo: el que habrá de ayudar a la recuperación del empleo y de la economía de la postración en que va a dejarnos la pandemia.
Desde luego: no son preguntas fáciles pero son urgentes. Una vez que se dimensione la magnitud del gasto público contra cíclico podrán responderse por sustracción de materia otras preguntas, tales como: ¿cómo se financiará dicho programa? ¿De qué magnitud será el endeudamiento público requerido? ¿Qué puertas se tocarán para obtener ese endeudamiento adicional? ¿Hasta dónde se elevará el déficit fiscal?
El lugar para responder la pregunta fundamental del “quantum” del gasto público contra cíclico debe ser el nuevo Marco Fiscal de Mediano Plazo, pues el anterior quedó hecho trizas. El Gobierno ha dicho que está trabajando en ello. El plazo legal para presentarlo al Congreso es el mes de junio. Sería muy bueno inclusive si pueden adelantar su presentación.
Este documento es fundamental para señalar las pautas del presupuesto para la vigencia 2021 que, según la Constitución, debe estar listo y presentado al Congreso en los primeros diez días de la legislatura que se inicia el próximo 20 de julio.
Mientras ese telón de fondo fiscal no lo dibuje el Gobierno seguiremos en el mundo del ojímetro y de las iniciativas variopintas. Que aunque bien intencionadas no tienen un anclaje firme en la realidad. Y no permiten discernir lo que es deseable de lo que es posible.