ORLANDO CANO VALLEJO | El Nuevo Siglo
Martes, 12 de Noviembre de 2013

Y así fue

 

La dirigencia nacional toma a menudo el camino más fácil, el menos espinoso a sus intereses, generalmente el que va en contravía al interés general. Salió tal cual como se había anticipado. La politización por parte de la clase política, aspirantes a la Presidencia y al Congreso, de los diálogos de paz con las Farc, y de los eventuales avances en mesa de negociación.

Los candidatos a Jefatura del Estado y al Parlamento parecen “curarse en salud”, no ahondar en temas de hondo contenido social, y más bien, coinciden en respaldar o cuestionar los acuerdos anunciados por el presidente Santos alrededor de  conversaciones en La Habana con ese grupo guerrillero. Y no sorprende que asuntos tratados en Cuba sean el foco, el radar, la brújula en las tesis de quienes aspiran a llegar al poder en 2014. Aceptando que lo que pase con la paz les compete a todos los colombianos, no es sano para la democracia y menos para la gastada credibilidad política, satanizar el proceso que se adelanta con las Farc para intentar poner fin al conflicto armado. Tampoco se plantean consensos políticos en torno de los avances informados desde La Habana, pero sí sería conveniente no polarizar la opinión y manejar un lenguaje constructivo. Si bien la sociedad requiere orientación para no pasar entero lo que le digan amigos o contrarios al proceso con las Farc, lo que menos necesita es que quienes ya empezaron la búsqueda de votos para las elecciones de marzo y mayo próximos, politicen los diálogos de paz, los presenten según sus conveniencias e intereses personales.

No es ningún descubrimiento salir a decir en los medios que la paz se negocia, pero no a cualquier precio. Es normal que la gente de bien condene una eventual impunidad para esa guerrilla. Comprensible que la comunidad rechace privilegios políticos para que miembros de las Farc lleguen al Congreso, sin someterse al sufragio. Lo que no significa que debamos asistir a una especie de batalla campal donde unos lanzan dardos y otros contra-atacan. Unos defienden porque sí el proceso y otros lo fustigan sin tregua. Se busca la entrega de las armas en una nación donde se arman los espíritus de la política. Se pretende la terminación de absurda violencia escrita con muerte y víctimas, secuestro, terrorismo y narcotráfico, en un país donde imperan intolerancia política e indiferencia social.

Rumbo al fin del conflicto, reparación de víctimas, reintegración de la guerrilla a la democracia, en una sociedad donde la palabra es un arma y la solidaridad anda secuestrada.