Parecidos políticos | El Nuevo Siglo
Sábado, 17 de Junio de 2017

Las cosas que pasan en diferentes partes del mudo suelen tener una cierta similitud, aunque los temperamentos de quienes participan sean distintos. ¿Podríamos establecer alguna semejanza entre el comportamiento político de la Gran Bretaña y  el de nosotros los colombianos? Parece difícil, porque el temperamento tradicionalmente flemático de los ingleses y el alegre y en cierta manera explosivo y bullicioso del nuestro, por querer decir que solemos ser más expansivos. Sin embargo en menos de un año se han sucedido hechos políticos tanto en ese país como aquí,  que nos han puesto a pensar si existe una cierta similitud o  una coincidencia que nos llevan a apreciar que los mismos no tengan fronteras.

A finales del año pasado culminó en Colombia el famoso arreglo con las Farc cuyo objetivo final es el de conseguir la paz luego de cincuenta años de guerra sin cuartel.  Era tan evidente, según el Gobierno, el deseo y anhelo de salir de este terrible enfrentamiento que no podían esperarse voces en contra, que no encontró plausible que alguien dijera que No.  Quiso que los acuerdos pactados en La Habana fueran ratificados por la ciudadanía; convencido de que una gran mayoría estaría de acuerdo, convocó a un plebiscito que con gran optimismo esperó. El desenlace fue bastante inesperado pues el triunfo del Sí se daba por cierto. El plebiscito no era un paso necesario ni obligatorio pero convencido el Gobierno de no tener objeciones, se embarcó innecesariamente en esta aventura que le resultó cara.  Hablando sobre lo que hubiera sucedido de no haber convocado el plebiscito  no se teme en responder nada. Ese paso era innecesario como sí fue necesario atender en debida forma a quienes fueron voceros del No. Esta manifestación de la voluntad plebiscitaria sigue gravitando sobre el esquema político de la nación. La oposición a la cual en diversas actitudes y manifestaciones  ha sido carente de objetividad ha hecho del resultado del  plebiscito un arma valiosa para sus tareas. Así apertrechada ha golpeado los índices de popularidad del presidente Santos.

El mundo se ha enterado en estos días de las aventuras políticas que está viviendo doña Theresa May sucesora de la inolvidable Margaret Thatcher, quien  dejó realizaciones que se recuerdan con mucho afecto, consideración y respeto en el mundo entero. Igualarla sigue siendo un desafío grande.  Se embarcó Theresa, en una innecesaria renovación anticipada del parlamento convencida de que su partido, el conservador, no solamente continuaría matoneando en la escena política, sino que además incrementaría  su participación; el asunto no le resultó.  Con el Brexit como telón de fondo, como dicen los comentaristas avezados en estas lides, se dio un tiro en uno de sus pies.  Perdió la mayoría necesaria para continuar al mando del gobierno; se dice que tendrá que entrar en conversaciones con partidos minoritarios que la ayuden a completar la mayoría en el parlamento que le garantice el éxito de las iniciativas gubernamentales.

Cualquier semejanza con hechos y situaciones conocidas en estas coordenadas es pura coincidencia.  Así, pues, apreciaciones políticas equivocadas, aquí y allá,  han conducido a dificultades de la misma índole.

P.S. Los maestros han tenido la virtud de convertir una cierta simpatía general por sus reclamos en un desagrado general por la obstaculización en la vida ciudadana.