Principios irrenunciables | El Nuevo Siglo
Sábado, 18 de Febrero de 2017

De hecho debe existir una gran diferencia entre el conservatismo como esquema ideológico y el Partido Conservador que debería adoptar, practicar,  estimular e impulsar el ejercicio de los principios conservadores. El Partido, que es la agrupación de los que tienen como principios el conservatismo, no puede ni debe alejarse de sus principios con los cuales debe ser inmanente.  Otra cosa es que no se esté conforme con la manera como quienes han sido debidamente encargados de mantener la vigencia del conservatismo dentro del panorama político del país, no estén ejerciendo sus tareas conforme a lo que un conservador quisiera, es decir conforme a los principios del conservatismo.

El orden de la ley y el acatamiento a  los principios cristianos son cualidades que un conservador fiel a los principios del conservatismo no debe abandonar.  La autoridad tiene su origen en el Todopoderoso a través de las instituciones que los hombres nos hemos dado.  El conservatismo como manera de pensar, estimula y practica el respeto a la autoridad en todos los órdenes, siempre y cuando esta autoridad  esté legítimamente organizada y constituida. Si no es así, como voluntad superior acepta que los gobernados hagan lo que les  parezca adecuado para deshacerse del mal gobernante. De otra manera ¿cabría explicación del apoyo valioso de miembros de la Iglesia Católica en las batallas para conseguir la emancipación de España que le dieron libertad a las colonias españolas en América? Desde luego que no es partidario ni del abuso ni de la exageración en el ejercicio del mando el cual requiere, además, para su ejercicio legítimo y austero una gran dosis digamos que de modestia, virtud hoy tan escasa en su práctica.

Vale la pena traer a colación la controversia que se ha generado en Barranquilla a propósito de los desatinos y desafueros de un clérigo que fue puesto a órdenes de las autoridades judiciales y paga  condena; si estamos en desacuerdo con la conducta de este extraviado y pecador clérigo, mal podríamos renunciar a la Iglesia y apartarnos de ella. La conducta de este clérigo no mancilla la doctrina lo que  no obsta para que  con caridad cristiana lo rechacemos y manifestemos nuestro desagrado y censura por su conducta. Pero no nos da derecho  a que por un error grave y humano de uno de sus miembros o de varios de ellos, nos apartemos de lo que creemos.  En todas las organizaciones humanas hay que saber distinguir entre  los ideales y propósitos de ellas y quienes las dirigen. Si éstos interpretan debidamente los principios, no tenemos más remedio sino aplaudirlos y estimularlos. Pero si no es así, mal se puede seguirlos y con su proceder distorsionan por no decir traicionan los ideales y propósitos; hay que señalarlos, pero no cometer el error de confundir su equivocada actuación con la esencia misma de los principios e ideales.

Quienes todavía tenemos la capacidad de pensar,  no podemos ni debemos apartarnos de los principios que profesamos con quienes se han abrogado la capacidad de dirigirlos. Una cosa es ser conservador y otra no estar de acuerdo con quienes dirigen al partido.