Que florezcan 100 flores | El Nuevo Siglo
Martes, 19 de Julio de 2016

Por allá en 1956, Mao Tse Tung estaba muy preocupado por el estancamiento del proceso revolucionario en China.

Fundada en 1949, la República Popular se había desgastado enormemente en un proceso de reforma agraria rodeado de excesos y arbitrariedades.

Animado por su primer ministro, Zhou Enlai, Mao comprendió entonces que era necesaria una apertura mediante la cual se oxigenara al régimen autoritario identificado por la persecución y la amenaza.

De hecho, Zhou sostenía que "el gobierno necesitaba de la crítica de su gente” y que “sin esa crítica, el gobierno no podrá funcionar como la ‘dictadura democrática del pueblo’, perdiéndose su fundamento".

En consecuencia, Mao apeló al atractivo poema tradicional "Que florezcan 100 flores, que 100 escuelas de pensamiento compitan" y lanzó, precisamente, su "Campaña de las 100 Flores" destinada a atraer a los opositores y crear una especie de consenso para fortalecer la revolución.

Actuando de manera muy parecida a la del presidente Santos con su carta al senador Uribe para subsumirlo en la negociación con las Farc, Mao reconocía que se había excedido en las pretensiones hegemónicas e invitó a los oponentes a sumarse al proceso formulando sus  discrepancias siempre y cuando fuesen "constructivas" y "saludables".

Ansioso por consolidar a toda costa su 'unidad nacional', él se esforzó al máximo por concitar la participación de los oponentes y no le fue mal en el intento.

A mediados de 1957, miles de intelectuales se animaron a participar y enviaron sus mensajes en los que pedían auténticas libertades, eliminación de la persecución y hasta la abolición del comunismo.

Cuando Mao presenció semejante avalancha de demandas de cambio contra su revolución enmascarada y tramposa, comprendió que había cometido un grave error con el que se debilitaba sensiblemente al régimen, así que lejos de satisfacer el sentimiento ciudadano, reprimió, arrestó y sentenció a quienes habían aceptado su convocatoria.

En pocas palabras, el discurso de Mao “sobre el correcto manejo de las contradicciones entre el pueblo” se convirtió en una clara muestra de hipocresía e insidia, empezando por las más de 500 mil personas que fueron espoleadas, degradadas y encarceladas.

Tan ominoso proceder, que siempre se recordará cuando de aceptar invitaciones se trata, pone de presente que una verdadera democracia no puede basarse en las fusiones o el unanimismo y que, por el contrario, solo tiene sentido si el pluralismo prolifera y si se supera de una vez por todas el síndrome de las cien flores de Mao.