Rafael de Brigard, Pbro. | El Nuevo Siglo
Domingo, 1 de Marzo de 2015

Ambiente Sin Certezas

Ahogados en las emociones

En  Colombia es cada vez más difícil, por no decir que ya no es posible, discutir racionalmente ningún tema de importancia. Estamos absolutamente acorralados por una sensiblería y un uso manipulado de las emociones, inmensamente favorecido por los medios, que hace que cualquier discurso realmente racional, argumentado con ideas, sea apedreado después de la primera frase. Las piedras toman forma de marchas, insultos en las redes sociales, titulares que siembran la sospecha sobre todo lo inteligente, banderas y desnudos, leyes que no tienen la menor racionalidad y sí mucho de cobardía intrínseca. No es sino pararle bolas a los temas nacionales para descubrir que la mayoría de quienes los abordan carecen de la menor habilidad racional y argumentativa.

Esta catarata de emociones que lo inunda todo nos ha llevado progresivamente a vivir envueltos en un ambiente sin certezas, con unos líderes en todo orden que apenas sí se atreven a hacer lo que hay que hacer y que más bien solo buscan lo que se aplaude de antemano por emocionante y sensible.

Esto también ha generado un sentimiento de ridiculez en muchas de las formas en que transcurre la vida colombiana, al menos cuando nos comparamos con las sociedades más desarrolladas y pacíficas del planeta.  Y desde luego esta forma de vivir ha hecho que las gentes dedicadas al estudio, a la ciencia, al pensamiento, a la investigación científica estén muy marginadas de las grandes decisiones nacionales pues su profunda sabiduría no es “vendedora”.

 Tal vez este mundo acaramelado de la sensiblería sea un débil escudo para esconder una humanidad muy poco profunda, muy poco preparada, muy perezosa mentalmente y que desafortunadamente es muy abundante entre nosotros.

Este mar de emociones ha terminado por oscurecer conceptos fundamentales de la vida individual y social. Ha opacado la razón que descubre la verdad. Es un pantano en el que la lógica se hunde irremediablemente para dar paso al absurdo y a lo contradictorio. Hemos optado por una sociedad con el cociente intelectual de una barra brava que, aunque hace mucho ruido, finalmente no tiene utilidad alguna. Y esta temporada del ahogo en las emociones y en la sinrazón parece que será muy larga pues no hay luces a la vista. Como en los largos inviernos helados los osos se ocultan varios meses, la razón en Colombia está cavando unas madrigueras profundas, oscuras y frías, mientras pasa el carnaval de lo superfluo.