Rafael Nieto Navia | El Nuevo Siglo
Martes, 31 de Marzo de 2015

Persecución religiosa

 

No es un tema que aparezca mucho en los medios de este mundo laico, ni que desvele a las ONG o a las organizaciones internacionales. Pero se calcula que estos últimos veinte años ha habido más mártires cristianos (me refiero a todas las denominaciones) que en los trescientos años de persecuciones en Roma. La persecución religiosa se presenta incluso entre las sectas islámicas que son, además, las principales responsables de perseguir cristianos. No me refiero a casos como la condena a muerte del autor de Los Versos Satánicos, Salman Rushdie, dictada por el Ayatola Komeini en 1989 por considerarlo blasfemo, o al más reciente caso de Charlie Hebdo en París, sino a aquellos actos que representan una persecución sistemática por razones eminentemente religiosas contra la población civil y que son verdaderos crímenes de lesa humanidad, como los que cometen Al Qaeda y, más recientemente, el Califato Islámico (ISIS), este  último con especial saña.

En Iraq, el ISIS hace degollamientos públicos, fusilamientos masivos, crucifixiones, enterramiento de mujeres y niños vivos, ataques a caravanas de humildes cristianos que huyen.En Nigeria, Boko Haram arrasa pueblos cristianos asesinando hombres, mujeres y niños con el ánimo de no dejar uno solo vivo. En Egipto ponen bombas en las iglesias coptas a la salida de las misas. En Pakistán el Gobierno aplica  la ley de la blasfemia (blasfemia es ser cristiano); el caso de Asia Bibi es emblemático pero no el único. A punto que en 2011, 70 personalidades musulmanas publicaron un manifiesto condenando las “atrocidades cometidas en nombre del Islam” contra los cristianos en Egipto y en Iraq.

Más preocupante aún es la actitud de Occidente, donde se “respetan” los derechos humanos y en materia religiosa se tolera, relativamente, la libertad de culto pero se niega la de expresión. En España, por ejemplo, arguyendo que se trata de un Estado laico, se intentó prohibir los crucifijos en las escuelas católicas, mientras se establecía una asignatura llamada “Educación para la Ciudadanía y Derechos Humanos” que impide  a los padres elegir la educación religiosa de sus hijos.El Gobierno socialista andaluz estudia  desacralizar la catedral de Córdoba que lleva nueve siglos en manos de la Iglesia Católica, para darle un uso civil con el argumento de que “es de todos”. En Estados Unidos se obligó a un juez a retirar una piedra donde había grabado los Diez Mandamientos porque atentaba  contra el Estado laico, mientras se tolera que las musulmanas usen burka. En Colombia, para no ir más lejos, el Tribunal Administrativo de Santander ordenó a la Gobernación quitar el nombre de “Santísimo” al monumento más alto del país, recientemente inaugurado en Floridablanca, aunque la Corte Constitucional se opuso. En 2014, el SENA resolvió expulsar a los capellanes, que dirigían el área de “consejería y orientación” para remplazarla por “equidad e igualdad de oportunidades”. Fue una de las últimas resoluciones de la ahora flamante ministra de Educación, Gina Parody.

Parece que, como dice la Biblia, se trata de los “signos de los tiempos” que hablan de que al final solamente quedará un “resto”.