Los seres humanos somos co-creadores de la realidad. Y entre más rápido asumamos esa responsabilidad desde el amor, más pronto tendremos la posibilidad de transformar nuestras vidas.
Ya sabemos que con solo el pensamiento estamos modificando la realidad: de ahí la importancia de monitorear lo que se nos pasa por la cabeza, pues eso en sí mismo tiene una frecuencia vibracional que nos ubica con lo que resulta correspondiente. Si creemos que no somos capaces de acometer un proyecto nuevo, la existencia nos lo confirmará a través de múltiples obstáculos que no podremos salvar, lo cual nos confirmará que no podemos. Reproducimos círculos viciosos, hasta que tenemos la valentía de romperlos. ¿Vives aún ciclos entrópicos con los que sigues saboteando tu vida?
La buena noticia es que podemos darles la vuelta a las situaciones adversas, para ponerlas a jugar a nuestro favor. Por ejemplo, una de las manifestaciones de mi ego era creer que los demás me hacían daño y que yo era víctima de las circunstancias. Desperdiciaba mucha energía en identificar la ofensa que venía, el desplante que se gestaba… Y como lo creía, lo creaba. Cuando pedí la guía divina para transformarme y escuché las señales, comprendí que el asunto era mío, no ajeno. Amplié mi consciencia y todo empezó a cambiar.
En el ciclo de culpar a los demás siempre había razones para poner afuera la causa de mis desdichas. Como pensaba que ellos eran los malos del paseo, evidentemente “me seguían” haciendo cosas, que me generaban rabia y aumentaban mi dolor: se “me” colaban en la fila; “me” demoraban los pagos; “me” explotaban laboralmente… ¿Te ha ocurrido algo similar? Como al pedir la guía divina ella se manifiesta, reconocí que necesitaba ocupar mi lugar. Era a mí a quién le correspondía -y me corresponde- tomarlo, no a los demás dármelo. A ti también te corresponde tomar tu lugar, pues es tu derecho de nacimiento.
Al ocupar mi lugar, mi pensamiento se transformó. Cuando empecé a asumir la responsabilidad de todo cuanto me ha ocurrido, al hacerme cargo sin culpar ni juzgar a nadie –incluso de lo que sí generaron otras personas en mi vida– pude utilizar la energía desperdiciada en la culpa y transformarla en responsabilidad amorosa conmigo mismo. Por supuesto, la transformación no es una recta ascendente sin recaídas ni errores. Eventualmente, aún me sorprendo juzgando y juzgándome. La diferencia es que ahora soy consciente de ello y puedo reenfocar mis pensamientos.
¿Cuál realidad quieres para ti? ¿Con cuáles pensamientos la estás construyendo? En identificarlos y modificarlos cuando sea necesario está la clave. Al repensarnos y repensar desde el amor co-creamos realidades que potencian nuestras vidas. Y podemos hacerlo aquí y ahora.
@edoxvargas