Estamos empezando a ver -ante la emergencia de la crisis del coronavirus- una manera de presentar las cuentas fiscales que puede tornarse contraproducente, a pesar de la mejor buena voluntad con que se les maneje. Inclusive puede volverse en contra de la misma credibilidad de las cifras.
Veamos con un poco de perspectiva lo que ha venido sucediendo en las últimas semanas.
Cuando estalla la pandemia la primera reacción del Ministerio de Hacienda fue anunciar que la inesperada situación podría manejarse sin necesidad de recurrir a nuevos endeudamientos. Es decir, que las cosas podrían seguir transcurriendo dentro de las aguas tranquilas de un déficit público que no excediera el 2,2% del PIB.
Pocos días después se declara la emergencia económica, y mediante el famoso decreto 444 de 2020 se arbitran unos recursos para atender los primeros fogonazos fiscales de la emergencia (cerca de 14 billones de pesos). Esto se hizo a través de una operación interna consistente en que el Gobierno central tomaba prestados a los municipios y departamentos recursos que éstos tenían ahorrados en sus cuentas de estabilización del fondo de regalías y del fondo pensional.
Esta operación (que, recuérdese, está aún sujeta a revisión por la Corte Constitucional) fue un ingenioso mecanismo que se ideó de afán el Ministerio de Hacienda para financiar más gasto público sin aumentar el déficit. Y comenzar así a atender los primeros gastos públicos que demandaba la pandemia.
La extraña figura que ideó en el decreto 444 del 2020 no perece ser, a primera vista, en un incremento del endeudamiento público. El Gobierno central cambia un recurso líquido por un pagaré que le extiende a las territoriales. Y éstas, a su turno, canjean un recurso liquido como son las reservas pensiónales y de estabilización del fondo de regalías por un pagaré a cargo del Gobierno central. Formalmente parece ser una operación fiscal neutra, con la cual se financia más gasto público a través de un cruce de cuentas al interior de la contabilidad agregada del Estado.
El decreto 444 lograba entonces la maravillosa alquimia de arbitrar recursos para financiar más gasto público sin incrementar el déficit.
Pero rápidamente los hechos desbordaron la alquimia. Se convocó de urgencia a la comisión asesora de la regla fiscal la cual, utilizando la flexibilidad que permite la ley 1473 de 2011 amplía el déficit fiscal autorizado del 2,2% al 4,9%, lo que le permite al Gobierno endeudarse en 27 billones adicionales sin quebrantar la sacrosanta regla fiscal.
Pero este cupo adicional de $ 27 billones ya parece también estar comprometido y desbordado. El ex ministro Mauricio Cárdenas escribió, por ejemplo, en El Tiempo del 18 de abril lo siguiente: “Para tener un orden de magnitud, el mayor déficit fiscal autorizado será de 27 billones de pesos, según lo preliminarmente comunicado por el comité de la regla fiscal. De este monto se tendrán que pagar gastos adicionales para la salud (que ya van en 7 billones de pesos), las transferencias a la población en condiciones de pobreza y vulnerabilidad (5 billones de pesos) y la capitalización del Fondo de Garantías (3,2 billones).Si a esto se le suma la pérdida de ingresos tributarios- que la misma Dian estima en 20 billones-, podemos afirmar que ya no queda espacio fiscal disponible. Por el contrario, el gobierno necesitará una segunda sentada del comité para subir el cupo en varios billones de pesos y poder acomodar lo ya comprometido”. Tal como lo advirtieron algunos miembros del comité por lo demás.
La regla fiscal es útil y genera credibilidad en los mercados si ella se le percibe como un ancla sólidamente afianzada al lecho de las aguas tormentosas por las que estamos navegando. Pero si se convierte en una simple boya que va flotando y acomodándose a las cambiantes necesidades del gasto público, pierde su razón de ser.
Y es que faltan muchísimos gastos por contabilizar en esta emergencia. Para no ir muy lejos: todos aquellos que habrá que realizar para recuperar la economía y generar más empleo en un verdadero plan Marshall criollo luego de la postración general en que va a dejarnos el coronavirus
Los países de la Unión Europea, en vez de estar cambiando las restricciones legales del déficit a medida que van saliendo noticias sobre la gravedad de la crisis, optaron por algo más sabio: pusieron en el congelador sus reglas fiscales hasta cuando se llegue a aguas más tranquilas. ¿No deberíamos hacer lo mismo, en vez de estar cambiando cada nada los porcentajes de los déficit autorizados?
La regla fiscal no puede convertirse en un modelaje de plastilina. Pues en tal caso pierde lo que le es más importante: su credibilidad.