¿Revocatoria? | El Nuevo Siglo
Sábado, 6 de Mayo de 2017

La democracia colombiana así como establece y ordena que presidente, gobernadores y alcaldes son elegidos por voto ciudadano, también dice que los mandatos de los funcionarios así elegidos bien pueden ser revocados por los mismos ciudadanos que los eligieron.

Como este procedimiento, que no deja de ser una prerrogativa para los electores, no puede ni debe convertirse en juego de gustos y disgustos que le puede restar seriedad, se fijan algunos procedimientos que se deben cumplir para darle curso al proceso de revocatoria. 

Estos procedimientos son severos por lo cual la ciudadanía no puede darse por sorprendida en los eventos al respecto. 

Es lo que estamos viviendo ahora en la capital del país. Como principio democrático de manifestación ciudadana, no se puede ni se debe estar en contra de este procedimiento. Lo que es viable pensar es si, dados los antecedentes de las últimas administraciones que ha tenido que sufrir la ciudad, es bueno crearle un nuevo factor de incertidumbre. Sin embargo el anunciado cobro de valorización puede hacer cambiar  esta opinión al cotejar el último con los resultados obtenidos. ¿Transmilenio por la Séptima podrá tener los resultados del deprimido de la 94 en cuanto a costo y duración? Ojalá existan los estudios detallados.

Bogotá no ha tenido mucha suerte con las administraciones que le han tocado en suerte en los últimos períodos. En otras palabras, la ciudadanía no la ha tenido. Digamos que con el número de votos previsto para ser alcalde, estos no han sido la mayoría. Tal vez, por eso mismo no se han considerado elegidos por la mayoría de los bogotanos. Tal vez les faltó el compromiso con los ciudadanos para atender a sus necesidades y deseos y, obviamente, los de la ciudad que hoy ronda por los ocho millones de habitantes.

Bogotá continúa siendo una bonita ciudad que tiene, entre otros lunares, los siguientes: tránsito vehicular caótico, indisciplina de los conductores y vías insuficientes pero, sobre todo, en mal estado. No hemos sido capaces, luego del gran esfuerzo de Transmilenio, de organizarlo. El SITP, llamado a coadyuvar en la movilidad vial, ha sido imposible de regularse. No es infrecuente observar por la misma vía caravana de buses de este sistema con una ocupación casi nula. Se debe atribuir esta situación a la falta de itinerarios bien organizados, de acuerdo con estudios de origen y destino que, tenemos que suponer, no se han hecho.

Lo cierto es que ha crecido la inconformidad de buena parte de los bogotanos, que constatan que en asuntos que forman parte de su diario vivir no ven satisfechas sus necesidades. Las vías en mal estado atentan contra la movilidad.

El uso de la valorización anunciada nos hace recordar los resultados de la última, como fue el deprimido de la calle 94, que no se pudo cumplir ni en plazo ni en costos. Ojalá que para lo que se propone haya estudios suficientes.