Se veía venir… | El Nuevo Siglo
Viernes, 6 de Septiembre de 2019

El sospechoso desaparecimiento del congresista Santrich, el casi congresista Márquez y secuaces se veía venir. Eso olía a lo que hoy estamos viendo en videos, trasladándonos a los años noventa, en los cuales hacer este tipo de anuncios desde la clandestinidad era el pan de cada día. Coincido con el gobierno en que no sorprenden para nada estos hechos.

La palabra debería no existir, pues no sirve de nada pensar en lo que se habría podido hacer y no se hizo. Pero que les sirva de experiencia, a futuro, no volver a creer en inocentadas y buenos gestos de personas que jamás dejarán de ser lo único que han sido y jamás, léase bien, jamás dejarán de serlo. 

¿Y ahora quién va a asumir la responsabilidad por haber cometido la ingenuidad de creerles? De haber tenido a uno de esos individuos tras las rejas, simulando estar en una profunda depresión al punto que “intentó” suicidarse, y sacarlo de ahí y dejarlo posesionar como un honorable congresista, para luego dejarlo formar un grupo armado ilegal. ¿Cómo se comunicaban? Una de las consecuencias que debe tener este tremendo oso internacional es que la justicia colombiana deje de ser tan benévola con conocidos delincuentes y deje de hacerse la de la vista gorda ante hechos probados.

Creo que uno de los responsables es precisamente la justicia colombiana. Otro de los grandes responsables es el exceso de garantías para los delincuentes consagrados, tal vez, por una que otra mano negra en la Constitución de 1991. Y estos son los resultados. Una burla contra la sociedad colombiana e internacional, haber visto por meses pavonearse, al mejor estilo de Macondo, a unos criminales que hoy en día y en buena hora, son buscados por la justicia colombiana en el mundo entero y por cuyas cabezas se ha creado un grupo especial para encontrarlos y se ha fijado una recompensa de 3 mil millones de pesos por cada uno de los delincuentes del video.

No era la idea volver a los viejos tiempos, pero cuando las cosas nacen mal generalmente terminan mal. Y este parece ser uno de esos casos. Insisto en que estos hechos deben tener consecuencias. La justicia debe replantear su modelo basado en la misericordia y las infinitas garantías.

Dejar de hacerle favores a la delincuencia. Pues se probó que nadie se los va a agradecer. Y aquí podría pensarse en la frase de Álvaro Gómez Hurtado que decía: “¿…qué favor le habré hecho?” refiriéndose a que cuando uno le hace favores a alguien generalmente ese alguien no se lo va a agradecer y por el contrario se vuelve su peor enemigo. Hoy, el peor enemigo de la justicia son precisamente esos delincuentes, a quienes la misma justicia les hizo el favor de otorgarles todas las inexistentes garantías hasta dejarlos desarrollar su personalidad siendo congresistas. ¿Y si vieron cómo los dejó? ¿Cómo les pagó?

@ReyesJuanfelipe