“Hay más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio, que todas las que pueda soñar tu filosofía” -le advierte Hamlet a su buen amigo, quien ha quedado pasmado al conocer la noticia del fantasmal encuentro del príncipe de Dinamarca con su padre-. Hay más cosas en la tierra, también, que el tumultuoso proceso electoral en los Estados Unidos, de cuyo impacto global, por otra parte, no cabe la menor duda.
Sería un error, por lo tanto, que el sainete que parece haberse montado alrededor de la sucesión y la transición en Washington, acaparase la atención de los medios y la inteligencia de los analistas, distrayéndolas de otros acontecimientos que, mientras tanto, han venido ocurriendo en el mundo. Y que, a la hora de la verdad, afectarán de forma mucho más directa e inmediata la suerte de millones de personas, sin dar tiempo a que un inquilino salga y entre otro a la Casa Blanca.
Etiopía, por ejemplo, parece deslizarse rápidamente hacia una guerra civil, mientras se agudiza el enfrentamiento entre las fuerzas del gobierno central -presidido por Abiy Ahmed, galardonado el año pasado con el paradójico Premio Nobel de Paz- y el Frente de Liberación del Pueblo Tigray, que gobierna efectivamente en esa provincia, habitada por más de 5 millones de personas. Y ni los méritos del Primer Ministro, que ha declarado sin titubear el estado de guerra, ni los llamados de la Unión Africana, parecen bastar para contener el conflicto.
En otras latitudes, y mientras vientos de proteccionismo recorren el mundo -sin que valga la pena hacerse muchas ilusiones sobre lo que Biden pueda (o le dejen) hacer al respecto- 15 economías de Asia y el Pacífico concluyen hoy la negociación del que podría convertirse en el mayor acuerdo de libre comercio del mundo, la Asociación Económica Regional Integral (RCEP), que cubre casi un tercio de la población mundial y alrededor del 30% del PIB global… Un punto más para China y otro menos para Estados Unidos, en medio de la guerra comercial en que se hallan actualmente enfrascados.
Tras seis semanas de guerra, Armenia y Azerbaiyán han firmado, al amparo de Moscú, una tregua a largo plazo. Lo que quiera que eso signifique, para un conflicto que hace décadas se congela y descongela intermitentemente; con los rusos y los turcos apadrinando ahora el mantenimiento de la paz en una frontera que no les pertenece; con los armenios indignados ante el “doloroso” acuerdo alcanzado; y con los azeríes eufóricos preguntándose si esta vez no anticipa ya, de algún modo, la última y vencida.
Hay más cosas en el cielo y en la tierra…y en el mar, y, cada vez más, en el ciberespacio. El mundo, a fin de cuentas, como dijo también Hamlet, está fuera de quicio. O como dicen los expertos, que no atinan a explicarlo: “en transición, en rápida transformación”. No bastará Biden, como no bastó Hamlet, para ponerlo en orden nuevamente.
*Analista y profesor de Relaciones Internacionales