Desde siempre, los rusos han hablado de ‘troika’ para referirse a un trineo tirado por tres caballos.
Ya que son sus aliados históricos, parodiamos a los rusos cuando llamamos troika al trío perverso conformado por los regímenes de Managua, La Habana y Caracas.
Durante muchos años ya, la Troika se ha apoyado solidariamente en el Caribe formando el triángulo tiránico perfecto.
Compartiendo los escasos recursos con que cuentan y desarrollando a cabalidad el consabido libreto del “aquí estoy y aquí me quedo”, tales gobiernos se han convertido en la más alta expresión del marxismo en el globo y, por ende, en los mejores exponentes de la miseria, la carestía y la escasez.
Como si fuera poco, el afán por eternizarse en el poder les ha llevado a escudarse diplomáticamente en los gobiernos de Rusia y China.
Con asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, Pekín y Moscú, que comparten al dedillo el mismo código de conducta basado en la opresión y la pobreza, se han convertido en inmejorables escuderos de la Troika.
A la postre, estos escuderos han sido los encargados de impedir a toda costa que el Consejo adopte sanciones contra el triángulo del miedo y la persecución en el mediterráneo americano.
Entonces, al sentirse suficientemente respaldados por sus hermanos mayores, Ortega, Díaz Canel y Maduro se consideran poseedores de una patente de corso para seguir expoliando a sus propios ciudadanos e intimidando al vecindario con sus actitudes rufianescas.
En consecuencia, cuando su población se levanta y protesta, lo que obtiene por respuesta no es otra cosa que el encarcelamiento y la golpiza, que van en paralelo con las elevadas cifras de manifestantes eliminados en las calles.
Este modelo, basado en la fórmula castrista del “resiste y perdurarás”, le permite a la Troika mantenerse en el poder sin hacer otra cosa que absorber las embatadas periódicas de una ciudadanía que, como es apenas natural, se cohíbe prontamente para tratar de salvar el pellejo.
Se siembra, así, la ominosa sensación de que, o la población “se acobarda”, o la situación “está mejorando” tan solo porque “hace días que no se habla de tantas protestas ni muertes en las calles”.
Semejante manera de soslayar el heroísmo de los verdaderos patriotas nicaragüenses, cubanos y venezolanos, conduce a que algunos gobiernos, esos sí pusilánimes y frívolos, solo reaccionen en función de los litros de sangre derramada y se enconchen en sus problemas rutinarios como si la crisis estructural en el Caribe, incluida la avalancha migratoria, fuese, tan solo, una pasajera situación indeseada.
En resumen, ha llegado ya el momento de que varios gobiernos del área -empezando por el que, a partir de enero, ocupará Planalto-, se decidan, corajudamente, a secundar con acciones certeras el liderazgo de Colombia y los Estados Unidos contra la Troika y sus nefastos influjos en todo el hemisferio.