Hace pocos días, los EEUU e Israel, cada uno por su cuenta, asestaron dos golpes maestros. Un ataque norteamericano inteligente mediante dron acabó con el líder de Al Qaeda y sucesor de Osama Bin Laden. Otro ataque, menos preciso, y poco coincidente con el modus operandi de Israel (pues causó un daño colateral inusitado) eliminó al líder de la Yihad Islámica en Palestina.
Con todo, tales iniciativas se vieron opacadas por la chapuza de la visita de Nancy Pelosi a Taiwán.
Unas de cal y otras de arena.
Pelosi quiso ponerle epitafio a su carrera posando de heroína. Pero algunos piensan que terminó ejerciendo el papel de ‘creepy clown’.
Obviamente, los jerarcas del Partido Comunista chino no iban a ser lo suficientemente torpes como para derribar el avión en que Pelosi resolvió viajar, alardeando de un poder del que no es, exactamente, responsable.
Pero sí fueron lo suficientemente hábiles como para convertir ese desliz en detonante para una eventual invasión a la isla.
Dicho de otro modo: si Pekín quisiese convertir este incidente en el pretexto para lograr la reunificación china, ¡la mesa está servida!
En la práctica, ya lo ha hecho con Hong Kong y con Macao (les sugiero a mis lectores ver un mapa), de tal modo que Taiwán no es más que una asignatura pendiente, una piedra en el zapato desde 1949, cuya situación tendrá que resolverse más temprano que tarde.
La pregunta clave es ¿ha llegado el momento en que Pekín someta también a los taiwaneses?
Me explico.
Los EEUU y la OTAN no están en capacidad de librar una guerra exitosa contra los chinos, estando tan embargados como se encuentran con Ucrania.
Por lo tanto, si Pelosi quería demostrar lo comprometidos que están los norteamericanos y sus aliados con la defensa de Taiwán, logró justamente lo contrario.
Dicho de otro modo, los EEUU se han echado la soga al cuello cayendo en el más craso error estratégico que pueda concebirse: el del bluff en la disuasión, o sea, fanfarronear proclamando a los cuatro vientos que harán algo cuando, en verdad, se hallan en incapacidad física de inclinar la balanza a favor de sus aliados.
Para no ir muy lejos, eso fue, exactamente lo que le pasó a Biden hace un año cuando salió de Afganistán a toda prisa ; y lo que aconteció hace seis meses cuando Putin invadió a Ucrania sin que Washington moviera un solo dedo para frenarlo.
En resumen, los chinos acumulan progresivamente poder cinésico, informativo, cibernético y diplomático para dar el zarpazo.
Y la señora Pelosi se ha encargado de legitimar sus pretensiones, exacerbando el conflicto subyacente en grado sumo.
Concluyamos: ¿Pondrá Biden en peligro a Nueva York, tan solo para defender Taipéi?
¡Mucho me temo que todos conocemos la respuesta!
vicentetorrijos.com