Miércoles, 23 de Noviembre de 2011
25 Años en Obra
La próxima semana se lanza en Bogotá 25 Años en Obra (Ed. Aguilar), libro en el que se publican 25 muestras de las distintas áreas del periodismo en las cuales me he movido desde 1986. La selección incluye tanto caricaturas como artículos de opinión, ilustraciones, tweets, páginas de Un Pasquín y, desde, luego, viñetas de Aleida. También hay un capítulo de material hasta ahora inédito, con una serie de desnudos que he dibujado desde 2005. Los siguientes son apartes de la introducción a la sección donde aparecen estos dibujos.
Cuando a mediados de la década pasada yo les contaba a mis amigas que quería hacer unos dibujos para una serie de desnudos que pensaba publicar o exhibir algún día, ellas ponían cara de escepticismo. Y cuando les pedía que posaran para mí sus gestos sufrían una transformación que iba desde la risa tímida hasta el nerviosismo, la incomodidad y el desconcierto.
Este proyecto se me convirtió en un reto muy exigente por dos razones. Por una parte, se trata de mostrar una faceta desconocida de mi trabajo y a la vez romper el mito de que los caricaturistas sólo hacemos dibujitos burlones. Aunque el maestro Héctor Osuna es un gran pintor, en especial de retratos, la mayoría de los caricaturistas no nos distinguimos propiamente por ser artistas ‘serios’ y nos encontramos en un limbo entre los periodistas y los artistas.
El otro desafío tiene que ver con el ingrediente novedoso que uno pueda aportar al dibujar desnudos. Después de ver que Luis Caballero dibujaba como nadie la figura masculina, y de contemplar la perfección de la anatomía de la mujer en las obras de Darío Morales, es casi una herejía tratar de emularlos.
Por eso opté por una solución intermedia, que me permitiera combinar el dibujo que siempre he hecho con otras técnicas del arte tradicional, y las pequeñas dimensiones del block de dibujo con los grandes formatos de obras de museo. El resultado son 25 bocetos, de los cuales se amplía un detalle para convertirlo en un grabado de respetables proporciones que a primera vista parece un cuadro abstracto.
Este experimento visual, que en principio no tiene que ver con la caricatura está en la misma línea, pues es un testimonio de lo que ven mis ojos. Estos trazos son mi interpretación de los cuerpos de esas amigas que generosamente aceptaron mi propuesta indecente, y fueron elaborados con la adrenalina producida por el pudor de ellas y el nerviosismo mío; con una intensidad que nunca se podría haber logrado si los hubiera hecho a partir de fotos de una desconocida o en presencia de una modelo profesional, acostumbrada a que le escudriñen la piel con los ojos.
Y así como ellas se expusieron ante mí, en este libro me presento yo sin ropajes ante los lectores. El turno del sonrojo es para mí.