El episodio de Fenalco Antioquia fue un hecho nuevo de un problema antiguo. Que reafirma, una vez más, por qué los gremios no deben participar en política.
El gerente de Fenalco Antioquia participa como promotor en el comité que busca controvertir la revocatoria del alcalde de Medellín. Inmediatamente un grupo nutrido de afiliados de Fenalco Antioquia anuncia su retiro del gremio, en protesta por lo que consideran una intervención indebida en política.
La mayoría de los gremios tienen en sus estatutos la explícita prohibición para que como entidad colectiva o a título personal sus directivos participen en política. Muy a menudo esta prohibición se incumple abiertamente. Pero en el caso de Fenalco Antioquia ha generado una fuerte crisis y ha resultado ruidosa.
La prohibición -a menudo consagrada a nivel estatutaria como queda dicho- para que los gremios participen en política, obedece a una razón muy sencilla: como los gremios agrupan afiliados que se supone tienen diferentes tendencias políticas es de sentido común que un pronunciamiento gremial de carácter político agrada a unos y molesta a otros. Los gremios no están para participar en política sino para gestionar y defender intereses de los afiliados que les sean comunes a todos ellos.
Los gobiernos no siempre respetan la independencia política que debe rodear la actuación de los gremios. A menudo cortejan a los directivos gremiales para que adhieran a tal o cual manifestación de carácter política. Sobre todo, cuando se trata de gremios con un numero amplio de afiliados como es el caso de Fenalco. Eso debió ser lo que sucedió con el alcalde de Medellín y el gerente Pineda de Fenalco- Antioquia. En otros casos la causa de la desfiguración con sesgos políticos nace de los mismos directivos que afanosos por posicionarse políticamente no tienen ningún reato en comprometer abusivamente sus gremios en causas partidistas.
Desde cuando Miguel Urrutia hizo hace una treintena de años sus estudios sobre la actividad gremial en Colombia, las cosas han cambiado mucho. En primer lugar, han aparecido a nivel nacional y regional los llamados “consejos gremiales” que restan importancia a las agrupaciones gremiales individualmente consideradas. De hecho, el consejo gremial nacional es mucho más importante hoy en día que los gremios que lo conforman. En los años sesenta y setentas del siglo pasado no era así. Había un gran gremio: la ANDI y algunos otros. Pero no existía la figura del consejo gremial. De hecho, hay hasta un chiste que dice que la ANDI perdió la preeminencia que siempre tuvo desde que dejó de “desensillar en palacio”. En política económica no se movía una hoja en el país si la ANDI no estaba de acuerdo. Hoy ya no son así las cosas.
En segundo lugar: la frontera entre lo que es una intervención en política y una actuación estrictamente gremial es difusa. Aunque en el caso de Fenalco-Antioquia era claramente una intervención política (por la que el gerente Pineda pidió excusas inicialmente y a la postre terminó renunciando) no siempre es así de claro. Todo depende del buen juicio de cada dirigente gremial: existen aquellos que comprenden que su función es representar exclusivamente los intereses económicos y sociales comunes de los afiliados, al paso que los hay también que utilizan la tribuna gremial para hacerse autobombo y promocionarse políticamente. Este último caso es especialmente delicado cuando el dirigente gremial que interviene en política maneja a la vez recursos parafiscales (es decir, recursos públicos) que son utilizados para promocionarse en el terreno político o partidista. Tanto más en el clima de polarización que vive Colombia.
Pero es evidente que los gremios ya no manejan la influencia que llegaron a tener en la segunda mitad del siglo pasado. Su papel es hoy más técnico que en aquel entonces. Ninguno de ellos “desensilla en palacio” y su participación en política sigue estando prohibida. Por eso el episodio de Fenalco-Antioquia resultó tan ruidoso.