Bogotá recibió música Made in USA | El Nuevo Siglo
Jueves, 23 de Octubre de 2014

Por Emilio Sanmiguel

Especial para EL NUEVO SIGLO

EL PRIMERO es, o fue, la presentación de la Orquesta Filarmónica de Bogotá en el auditorio León de Greiff la tarde del sábado 27 de septiembre; el segundo el Macbeth de Verdi de la Metropolitan Opera House de Nueva York, en las ya habituales entre nosotros, transmisiones en directo, de algunas de las salas de cine de Bogotá.

Concierto filarmónico en el León de Greiff

 

En apenas algo más de un año la Orquesta Filarmónica ha vuelto a convertirse, como ocurría hace un par de décadas, en la gran protagonista de la vida cultural de Bogotá.

 

La presentación de la tarde del sábado 27, bajo la dirección de la brasileña Ligia Amadio, que es la titular, estuvo marcada por la música de los Estados Unidos. Aunque en realidad el programa abrió con una composición de Jesús Pinzón Urrea (Bucaramanga 1928), Creación vallenata (1996), una obra de formato ambicioso, en tres movimientos, que pone bien de relieve las grandes, grandísimas cualidades de Pinzón, por su vigoroso control de la forma, el sentido de unidad y sobre todo su magnífica orquestación; la versión de Amado y la Filarmónica no tuvo temor alguno de poner en relieve las cualidades melódicas y las sutiles alusiones de ideas temáticas del género.

 

Enseguida el que se convirtió en el plato fuerte del programa, la presentación del pianista cubano Aldo López Gavilán en la Raphsody in Blue de Georges Gershwin; o para ser precisos, su interpretación de la obra, porque el cubano, que tiene lo que hoy en día se denomina tremenda experiencia en el mundo del jazz, puso su sensibilidad y su creatividad al servicio de la partitura, concretamente profundizando y ampliando las cadenzas, dando la sensación de que efectivamente estaba disfrutando lo que hacía en el piano, y esa pasión desde luego se contagió al público que oía en el filo de los asientos. Si a ello se añade que en más de un momento hizo despliegues de sonoridad monumental y de pianissimi controladísimos y también pasajes de desplante virtuosístico, a más de que orquesta y directora estaban realmente dialogando con el solista, pues no hay que extrañarse de que al final el teatro hubiera estallado en un aplauso de esos que se quedan colgados de las paredes del auditorio por mucho tiempo.

 

En la segunda parte la Suite de Danzas sinfónicas de West Side Story de Leonard Bernstein, también impecablemente recorrida por la dupla Amadio-Filarmónica.

 

Lo hace bien la titular de la orquesta, aunque ama el micrófono más de lo deseable, sus intervenciones podrían, digo yo, subsanarse cuidando más el texto del programa de mano…

 

La Netrebko y Macbeth en La Metropolitan

 

De un tiempo para acá la divina Anna Netrebko ha enfilado su talento a las óperas de Verdi: un deplorable Trovatore en Berlín con Daniel Baremboim y el Macbeth del pasado sábado en la Met neoyorquina son la prueba de ello.

 

La Netrebko no puede cantar mal porque es una, sí no la más grande diva de nuestro tiempo, y su Lady Macbeth fue impecable, negarlo sería una necedad, pero con Lady Macbeth, una de las más grandes anti heroínas del drama musical, no basta con el canto impecable; la verdad es que la esencia diabólica del personaje y el colorido vocal que demanda -porque así lo exige Verdi- no fueron la tónica de su actuación del sábado.

 

Desde luego no hay que pasar por alto que la producción del británico Adrian Noble es el vehículo menos afortunado para darle vida al drama de Shakespeare: qué disparatadas las brujas vestidas como señoras de un acto benéfico, provocaban más risa que espanto; qué poco lograda la esperada escena del sonambulismo con el trajinadísimo efecto de poner a Lady Macbeth a caminar sobre sillas que se iban instalando paulatinamente a lo largo de su recorrido.

 

En fin, por fortuna Verdi, que personalmente cuidaba la puesta en escena de sus óperas, justamente para evitar tamañas arbitrariedades, ya no está en este mundo, porque los habría abofeteado y habría impedido que se alzara el telón de la Metropolitan.

 

No lo digo yo, lo decía la inmortal Galina Vishnievskaya y también la gran Teresa Berganza: los directores de escena parecen aborrecer la ópera, se atribuyen el poder de hacer lo que les viene en gana con las óperas y el resultado es un verdadero espanto…. El público lo acepta, pues de lo contrario puede ser tildado de anticuado, y ser anticuado es todo un delito. Lo cierto del asunto es que lo visto el sábado no era el Macbeth  de Verdi y muchísimo menos el de Shakespeare.