Confinamiento, gran oportunidad para restaurar la familia | El Nuevo Siglo
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Domingo, 26 de Abril de 2020
Jorge Castellanos

La célula básica de la sociedad es la familia. Si las familias son poderosas la nación es poderosa. Si se resquebrajan las células, los tejidos se mueren. Si la familia entra en decadencia los países van al abismo.

En la carta a los Filipenses escrita desde una cárcel, Pablo expresa que él aprendió a soportar los pormenores de la vida y que ha tenido hambre y que puede vivir con riquezas o en pobreza.

Si nosotros con la ayuda de Dios podemos luchar juntos en familia podremos soportar con tranquilidad cualquier situación que sobrevenga, inclusive superar el pavor de la presente pandemia y hacer de ella la gran ocasión esperada para alcanzar la excelencia existencial.

El vocablo cónyuge denota compañero de yugo, es decir que los integrantes de la pareja deben ir en el mismo sentido marcando el surco de armonía para una vida en pareja funcional con su descendencia.

El Todopoderoso, el creador del matrimonio desde el paraíso, es el primer eslabón para la restauración familiar. Orar permanentemente, mostrar afecto, depositar amor, entregar tiempo en calidad y cantidad, asumir una actitud de servicio, proceder humildemente y desarrollar un estilo de vida de perdón permanente, son claves de la restauración.

Necesitamos orar para restaurar la familia que ha sido afectada gravemente por los desórdenes mundanales. Podemos hablar con Dios ahora mismo para presentar la necesidad que tengamos en el matrimonio y en la familia.

Es imperativo demostrar afecto al cónyuge y a la familia, sin importar las circunstancias. El amor nos hace mirar lo mejor en nuestro cónyuge y en nuestra descendencia. El amor es el más valioso activo en favor del bienestar de nuestra familia, base esencial de cualquier empresa.

Si no manejas la empresa familiar estás inhabilitado para manejar otras corporaciones. Quien gobierna mal su casa ¿cómo podrá cuidar otras causas que no le son propias?

Conviene depositar nuestra mejor inversión en nuestro cónyuge y en la familia, a veces, solo entregamos dinero, contiendas, odio y alejamiento. Es trascendente para la buena relación en familia revisar este punto.  

El tiempo es crucial. Es muy valioso el tiempo que pasamos con nuestro cónyuge, en calidad y en cantidad. Si el matrimonio es nuestra prelación el tiempo no puede ser problema.

Debemos aprovechar el tiempo porque éste no regresa, los momentos que pasamos con nuestro cónyuge y con la familia, tienen valor insuperable.  

El servicio dignifica. El Salvador del mundo, Jesús de Nazaret, refiere que "Yo vine para servir no para ser servido" que ejemplo tan maravilloso tenemos de parte del Altísimo.  

Es imperioso desarrollar una actitud de servicio a nuestro cónyuge y a la familia; el asunto de servir tiene que ver con el corazón no con el trabajo. Si amamos a nuestro cónyuge y a la familia, servirles se torna en privilegio más no en carga.

La humildad base de la construcción familiar. Si se ama al cónyuge se da preeminencia a la situación familiar para poder edificar el matrimonio en lugar de destruirlo. La humildad es el escalón para llegar a la excelencia, lo máximo de la vida.

Cuando hacemos los ajustes necesarios aprendemos a vivir. Aprendemos a apreciar y a ser gratos con nuestro cónyuge y con las personas que nos rodean.

El apóstol Pablo suplica: Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que todos habléis una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que seáis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer. 1ª. Cor. 1:10.

Ahora bien, pidamos perdón que es un acto de no retribuir las ofensas con castigo. Pedir perdón nos libera, nos da el oxígeno necesario para seguir. Restauremos nuestro hogar, nuestra familia. El hombre es un fracasado irredimible cuando zozobra en su familia.

Empecemos por casa y las demás cosas os llegarán por añadidura…

Jorgecast06@yahoo.com