El Titicó, el santuario de la salsa | El Nuevo Siglo
Miércoles, 22 de Octubre de 2014

Timbales, elepés y paredes que cuentan historias hacen parte de este lugar “calidosísimo” en Bogotá

Pamela López

Periodista de EL NUEVO SIGLO

“UN PEDACITO de Cali en Bogotá”, eso es El Titicó, o por lo menos así lo define su dueño Alejandro Ramírez, caleño de pura cepa. Este bar, que se asemeja a los grills de la década del 70, tiene historia colgada en sus paredes y sabor en sus pisos, pues los viernes y sábados la fiesta se prende y el tiempo regresa para que los capitalinos escuchen y bailen “salsa pesada”.

Y “salsa pesada” se traduce a salsa de antaño, a la de artistas como Héctor Lavoe, La Sonora Matancera, Guayacán, El Grupo Niche, y muchos otros que aún suenan. “En El Titicó está la música que tiene un poco más de alma, no es una música que está creada para vender rápido y generar plata, es hecha por grandes músicos”, comentó Ramírez.

El bar está ubicado en chapinero y de entrada invita a la fiesta. En su puerta está pintado el Cristo Rey de Cali, y en el pequeño hall imágenes de los “pesos pesados de la salsa”, además de objetos autografiados que le dan un aire nostálgico al lugar. Ramírez acepta que es caleño, pero que no sabe bailar salsa y que El Titicó se ha convertido en esa “escuela” tanto para él como para cientos de extranjeros que lo visitan cada fin de semana.

Este no es un sitio para conocedores, todos están bienvenidos y más si de música se quiere aprender. “Cuando inició El Titicó, de la mano de su primera dueña y creadora, la Dj Tuti Mejía, siempre se pensó que el bar fuera de salsa clásica pero no para los conocedores únicamente. Sin embargo, sí se pensó en un sitio bien underground, por eso su ubicación, que invitara a la buena rumba pero no con música comercial o salsa rosada como se conoce ahora”, añadió Ramírez, quien por más de 20 años ha estado involucrado con el mundo del entretenimiento.

Además, quien entre a El Titicó se encontrará con una esquina dedicada a Jairo Varela, creador del grupo Niche, a modo de altar para aquellos que llevan la salsa en la sangre. Por supuesto los elepés, los timbales y hasta un letrero que dice “no ponemos el Ras tas tas, por favor no insista” hacen de este lugar un santuario. “Los bogotanos y la gente de las otras regiones del país radicados en la capital, y que gusten de este género, tienen en el bar un sitio “calidosísimo” para escuchar y bailar salsa como cultura. Para aprender de su origen y evolución, porque la salsa no ha muerto, la salsa está presente absolutamente”, enfatizó Ramírez.

La rumba inicia los viernes a las ocho de la noche, pero la hora perfecta para entrar en calor es alrededor de las diez y media. Ramírez se siente orgulloso de pensar que El Titicó no es un bar de farándula, pues los que van son verdaderos conocedores o ávidos por aprender. Mejor dicho, y en sus propias palabras, “nada de modelos o actrices que quieren botar pantalla, acá está él que es y para eso existe la Zona T o G de Bogotá. Lo que pasa es que no queremos ser el bar comercial, al que se va porque ponen la música que está de moda y al mes ya nadie lo frecuenta.”

Por esa razón son muy rígidos al seleccionar la música y los Dj’s que tocan los fines de semana. “Tenemos un playlist que fue creado por Tuti, ella es caleña y salsera, ese no se modifica porque así como ella lo diseñó suena perfecto. Además el Dj que viene a El Titicó también es conocedor, hasta pone música de vinilo y eso suena muy sabroso un sábado en la noche”, añadió Alejandro.

En El Titicó se encontrará con la pachanga, el son, la charanga y una vez al mes de música en vivo con los mejores grupos exponentes del género. “Nosotros le apostamos a la buena música, no a la música de un tiempo corto y que está de moda, así lleguen muchas producciones a los tops diez y vendan como pan caliente, eso es un gran negocio, pero eso no se queda en el tiempo, aquí no oyes nada que tenga que ver con eso”, agregó Ramírez. El alma de la salsa la encontrará en un rincón de esta “selva de cemento”, que en la noche se transforma para darle cabida a propuestas como la de éste bar que se traduce a “buena rumba y puro guaguancó”.