Esta instalación de la Galería La Cometa, parte de la estructura interna de los avisperos.
Las vivencias humanas se representan en la exposición La especialidad de la casa, del artista Rafael Gómez Barros, que ya está en la Galería La Cometa hasta el 23 de este mes.
Por medio de esta muestra artística se reflejan dualidades que, aunque ya son cotidianas para los hombres, son grandes motivos de reflexión, como es el caso de la abundancia vs. el hambre o la serilidad vs. el consumo. “Siempre me ha interesado el fenómeno de lo Masivo y cómo el hombre ha formado su historia en la Dualidad”, asegura el creador.
“Mis obras representan todo lo que estamos viviendo en estos tiempos, en series anteriores como: Hasta La Tierra es Mestiza, Urnas, Sonajeros, Carbono14, +Memorias, Casa Tomada y Paracos. En todo mi trabajo hay un hilo conductor: El Hombre y su Historia, es como un libro de cuentos que me he empeñado en crear. Espero que el público se divierta y reflexione a través de la belleza", dijo Rafael Gómez Barros.
David Ayala Alfonso, el curador, dice que por medio de la manipulación del deseo, el consumo se ha convertido sin duda en una nueva forma de espiritualidad. Aquello que parecía guardar una cierta distancia con la lógica de la mercancía, como las formas de lo ritual, las religiones y otras prácticas vitales, ha sido colonizado por el consumo.
Rafael Gómez Barros comprende que, en la lógica de la producción masiva, ésta diferencia es en realidad una bien manufacturada ilusión. La Especialidad de la Casa es un proyecto escultórico donde es posible indagar sobre estas condiciones a partir de una narrativa visual que va tomando forma sobre la conciencia del espectador a medida que éste se aproxima a la obra.
Desde lejos, el conjunto de piezas que conforman la instalación parece superficies escarpadas, casi un intrincado conjunto de escamas suspendidas en muros y soportes del espacio exhibitivo. Pero, a medida que el público se acerca a cada una de ellas, descubre formas lisas, seriales y brillantes y despeja toda duda de su origen.
Lo que está ahora ante los ojos del espectador es un conjunto de cucharas superpuestas unas a otras en configuraciones geométricas, que se desprende de las estructuras internas de los avisperos que están presentes en su serie anterior Paracos.
Sin embargo, aunque la cuchara se muestra como protagonista de una inequívoca retórica del consumo, del lleno y el vacío, se ofrece también como dispositivo modular a partir del cual emerge una complejidad estructural y mental, no advertida en principio. Así como el acto de consumo encierra un deseo inherente de autosatisfacción y por ende la promesa de una vida mejor, la inmediatez inherente al acto de consumir hace de aquella satisfacción un placer efímero; de esta forma, exigiendo del consumidor una repetición compulsiva del acto del consumo, que se aferra a cada nuevo objeto de deseo por un tiempo escaso y en cada nueva repetición, el deseo se desvanece.
En esta ambivalencia entre la satisfacción y el deseo aparece también el hambre, un sinfín de vacíos representados por igual cantidad de cucharas, efecto colateral de la desmesura del consumo, que en su voracidad altera el balance y despoja a muchos de toda satisfacción.