HACE ALGUNOS años Irene Vallejo pensó que “El infinito en un junco” sería su última novela. Su hijo nació con serios problemas de salud y la española había decidido dejar a un lado su sueño de convertirse en escritora para dedicarse al cuidado de su retoño. Pero la vida le tenía un regalo: al cabo de cuatro años, cuando terminó y entregó lo que para ella era una despedida, su hijo sanó y su ensayo se convirtió en un fenómeno literario que lleva más de 40 ediciones, se ha traducido a más de 30 idiomas y se ha publicado en más de 50 países.
“El infinito en un junco” le cambió la vida y la llevó a ser una de las voces literarias más aclamadas de estos tiempos. Se encuentra de visita en Colombia, por segunda vez, como parte de la robusta lista de invitados a la Feria Internacional del Libro en Bogotá.
Atraída desde la infancia por las leyendas de Grecia y Roma, Irene estudió filología clásica y obtuvo el doctorado europeo por las Universidades de Zaragoza y Florencia. Reconocida en España con el Premio Nacional de Ensayo, el Premio ‘El Ojo Crítico’ de Narrativa, el Premio Wenjin de la Biblioteca Nacional de China, el Premio Internacional de Ensayo Henríquez Ureña de la Academia Mexicana de la Lengua, el Premio ‘Antonio Sancha’ de los Editores, así como el Premio Aragón 2021, entre tantos más otros bien merecidos.
“A veces creemos que todo es un fracaso y estamos al borde de abandonar un sueño. Pero en realidad estamos tan cerca, sin saberlo, de que se cumpla o que estamos a un paso decisivo para lograrlo”, con estas inspiradoras palabras, Irene abrió esta conversación enfocada en libros, éxito sorpresivo, lectura y su admiración por la literatura colombiana. Es un ejemplo vivo de resiliencia, constancia y una genuina calidad humana.
EL NUEVO SIGLO: Hace poco estuvo en Quibdó antes de llegar a Bogotá ¿Cómo fue la experiencia?
IRENE VALLEJO: Muy enriquecedora, por invitación de mi querida amiga Velia Vidal, a quien conocía en Cartagena hace algunos años y ella me habló de su proyecto Motete, proyecto que encarna lo que yo intento transmitir en “El infinito en un junco” que es en buena medida un homenaje a ese trabajo, muchas veces oscuro en el sentido que no se le da mucha difusión pública a los mediadores de lectura, a los maestros. Al mundo le interesan las historias del Chocó y no podemos prescindir de esa idea.
ENS: ¿Usted cree que por el ‘boom’ de las redes sociales ha bajado el interés por la lectura?
IV: Las redes sociales tienen muchas ventajas, no podemos negar que son unas herramientas de comunicación extraordinarias, yo estoy presente en las redes sociales, pero también es cierto que ahí hay muchos aspectos que creo que los libros las pueden contrarrestar o equilibrar. En las redes sociales está el peligro de una respuesta muy visceral, muy rápida y muy poco reflexiva, además, hay esa sensación de impunidad porque cualquier persona dice lo que quiera sobre otra sin ver las consecuencias.
Me parece que en estos tiempos lo más recomendable es hacer una dieta variable en las pantallas, una más nutritiva y variada que solo los libros pueden ofrecer. que en este momento de pantallas y de información muchas veces muy visceral y una comunicación muy agresiva, los libros pueden tener un efecto también de serenarnos, quedarnos en una reflexión más lenta, más tranquila, más elaborada.
ENS: En algún momento pensó en dejar la escritura, ¿por qué iba hacerlo?
IV: Cuando pensé en abandonar la literatura no fue una decisión personal y libre. Creía que no tenía otro camino; había nacido mi hijo con problemas de salud, estaba en el hospital y yo interpreté eso como que debía dedicarme a su cuidado, como lo habían hecho otras mamás que estaban en la misma situación que la mía, entonces asumí que el sueño de vivir de la escritura era demasiado grande, eso me llevó a escribir el último libro en mis ratos libres y durante 4 años para poder sobrellevar todo el proceso en el hospital, no había pensado ni en la publicación ni el éxito ni premios y cuando lo terminé lo presenté como una despedida y un homenaje a la literatura, pero de repente empezaron a suceder toda una serie de cosas increíbles.
La acogida de la novela me ha dado una oportunidad de poder vivir de la escritura.
ENS: ¿Es una historia de vida que quizás se ha planteado plasmar en algunas de sus novelas para inspirar a otras mamás de no abandonar su sueño?
IV: La verdad, sí me gustaría en algún momento escribir sobre esta experiencia y analizar sobre la cuestión del cuidado, creo que es uno de los ejes esenciales de nuestra sociedad, el hecho de que los cuidados recaigan sobre cada familia me parece que es un tema que hay que abordar. Quizás en algún momento mi experiencia pueda aportar a que muchas mujeres luchen por sus sueños.
ENS: ¿De dónde nació ese amor por la lectura y más por las novelas clásicas?
IV: Fue gracias a mi mamá que desde mi infancia me leía y para mí era el momento más feliz en el día, de hecho, lo cuento en “El infinito en un junco” que está dedicado a ella.
He pensado en todas esas mujeres que a lo largo de los siglos han contado historias, han sido depositarias de la memoria familiar y social todo eso ha quedado en la oscuridad, porque son tareas anónimas, no forman parte de la gran cultura y me parece que hay una deuda con la oralidad y con las mujeres analfabetas, que son tejedoras de historia, de narrativa, de cultura, quienes han podido ser grandes narradoras, pero no forman parte de la gran cultura y allí como una deuda que tenemos con ellas, las grandes gestora de la literatura, porque se ha creado una especie de prejuicio de que las mujeres analfabetas son menos desarrolladas y no es así, han habido grandes civilizaciones como la Inca, que nunca tuvo escritura y, sin embargo, gestó una cultura fascinante y unas manifestaciones muy sofisticadas de arte.
Estoy convencida de que si mi mamá no me hubiera contado libros probablemente no sería escritora.
ENS: ¿Cómo ha percibido la literatura colombiana, qué autores ha leído?
IV: Recuerdo que en casa de mi madre en la biblioteca estaban Álvaro Mutis y Gabriel García Márquez, conocimos y leímos hasta hace poco “Memoria por correspondencia”, de Emma Reyes, y ese libro realmente nos ha causado un gran deslumbramiento y luego toda la generación como “Piedad Bonnet”, de Héctor Abad, Gabriel Vázquez, soy gran amiga de Pilar Quintana, Delia Vidal, William Ospina y muchos más que se escapan ahorita de mi memoria.
Realmente ustedes tienen una literatura extraordinaria y un respeto por la palabra que es algo que siempre que vengo a Colombia me impresiona, muy especialmente porque es algo que existe en la gente, una forma de saborear el lenguaje y, además esta feria impresionante que es un impulso enorme para la lectura.