Las huellas del lector voraz que habitaba en Julio Cortázar | El Nuevo Siglo
Nacido en Bruselas, Bélgica, el escritor marcó con su obra a varias generaciones debido a su inclinación por el surrealismo y quien le dejó al mundo ‘Rayuela’, su libro insignia.
Foto Fundación Juan March
Sábado, 5 de Junio de 2021
Redacción Cultura con AFP

En Madrid, la biblioteca personal del escritor argentino Julio Cortázar contiene las huellas de un lector voraz. Un tesoro en manos de la Fundación Juan March, que ha cobrado un nuevo impulso con la creación de un video-ensayo y una serie de podcast.

Donados por su esposa en 1993 a la Fundación Juan March, los casi 4.000 libros que el autor guardaba en su apartamento de París dicen mucho de su personalidad.

Entre los estantes se encuentran los títulos que lo acompañaron desde joven en Buenos Aires, y otros que adquirió en París: libros de arte, historia y poesía, pero también ediciones de bolsillo con su firma y fecha de adquisición.

Una de las particularidades de la biblioteca son las anotaciones del autor, reflejo del lector que fue. En las páginas, Cortázar subraya, tacha, protesta, dibuja y reflexiona. 

“Es un retrato que habla, un retrato que se comunica con los lectores y es lo que Julio siempre hubiera querido”, manifestó su esposa y albacea Aurora Bernárdez en el acto de homenaje que la Fundación March organizó cuando donó el fondo.

La biblioteca contiene libros en 26 lenguas. Más de 800 tienen su firma, que cambia a lo largo de los años, y otras 397 anotaciones en los márgenes. También están dedicados más de 500 ejemplares y en algunos hay recuerdos como un billete de metro o flores prensadas.


Le puede interesar: Espacio Odeón lanza un S.O.S con subasta virtual


¿Por qué tantas erratas, Lezama?

En su biblioteca, Cortázar desvela las relaciones que mantenía con los artistas de la segunda mitad del siglo XX.

“¡Craso error Pablo!”, escribe en las memorias del poeta chileno Neruda, tras su muerte durante la dictadura militar.

En los ejemplares, hay un verdadero diálogo con sus amigos. “Te confundes con la fiesta para tus 70 años”, exclama cuando Neruda recrea el día en que recibió el Nobel. “¿Por qué tantas erratas, Lezama?”, se lee en la novela Paradiso del cubano José Lezama Lima.

En otros libros, los propios autores le escriben dedicatorias. Como el mexicano Octavio Paz, con quien Cortázar mantuvo una larga amistad. Desde los países donde estuvo destinado como embajador, el poeta le dedicó ejemplares llenos de complicidad.

“A Julio - No César: ¡Cortázar!”, escribe Paz desde Nueva Delhi en 1965. También hay dedicatorias de Italo Calvino, Rafael Alberti, Juan Carlos Onetti o Gabriel García Márquez. 

Entre las dedicatorias más conmovedoras están las de la poeta Alejandra Pizarnik, antes de su suicidio en 1972. Sus notas muestran cómo su situación se va deteriorando. 

“En el hospital aprendo a convivir con los últimos desechos”, se alcanza a leer en la obra La pájara en el ojo ajeno.

Lo literario y lo lúdico

“Se puede seguir perfectamente la vida de Julio Cortázar aquí, desde las firmas que van cambiando hasta los temas de interés”, señala Celia Martínez, responsable de la biblioteca.

Entre las curiosidades, una separata del capítulo 126 de Rayuela, que el autor suprimió de la edición original. 

El escritor tenía debilidad por las historias de terror, como los cuentos de Edgar Allan Poe, del que se volverá traductor.

En la biblioteca se aprecian así ejemplares de Drácula, de Bram Stoker. Y en la tapa de una de las ediciones en la que aparece un vampiro, alguien dibujó bigotes, barba, gafas y un reloj.


Además lea‘Escarabajos’, la radiografía de un país descubierto a pedalazos


No es el único ejemplar con la portada modificada. En la Antología de humor negro, de André Breton, Cortázar cambió a pluma el título en el lomo e intercambió las palabras Breton y ‘noir’, para que el título fuera Antología de humor breton, de André Noir.  

“Siempre he insistido mucho en los aspectos lúdicos de la literatura”, solía decir Cortázar.

A la biblioteca acuden investigadores, pero también admiradores de su obra, aunque hoy los fondos están digitalizados.

Paz Fernández, la directora de la Fundación March, precisa: “Simplemente vienen a ver y tocar ese libro que un día estaba en manos de Cortázar”.

El genio de las letras

Cortazar, quien nació en Bruselas, Bélgica en 1914, era hijo de argentinos. Su obra marcó a varias generaciones, la cual generaba un efecto de escape de la realidad hacia otros mundos por su afinidad con el surrealismo.

En Argentina, luego de la Primera Guerra Mundial el escritor obtuvo su título de profesor en 1932, luego de dos años inició sus estudios en Filosofía y letras. París se convirtió en su casa, desde los años 40, cuando logra convertirse en traductor de inglés y francés. Allí entró como traductor a la Unesco y siguió escribiendo, sin perder sus vínculos con los movimientos políticos y creativos latinoamericanos.

París representaba su musa de inspiración, donde hizo la mayor parte de sus obras. En varios de sus libros se puede ver la influencia de Edgar Allan Poe, pues el escritor hacía las traducciones de los ejemplares de este autor de terror. Un ejemplo es Bestiario, una colección de relatos.

Sin duda alguna, su obra maestra fue Rayuela, cuya acción se desarrolla en París y Buenos Aires. Este libro que salió a la luz el 28 de junio de 1963 y fue traducido a 30 idiomas, es considerado una obra central del 'boom' latinoamericano y fue incluida por el diario español El Mundo entre las 100 mejores novelas en este idioma del siglo XX.

En los años 1960, Cortázar fue un admirador de la revolución cubana y a finales de los 1970 simpatizó con la revuelta sandinista en Nicaragua, a la que donó los derechos de su libro Los autonautas de la cosmopista, escrito en colaboración con su esposa Carol Dunlop y editado en 1983, poco antes de su muerte el 12 de febrero de 1984 en París, donde su tumba en el Cementerio de Montparnasse es una atracción para miles de turistas.