Nobel de literatura 2015 estará en Filbo | El Nuevo Siglo
Miércoles, 24 de Febrero de 2016

El 9 de octubre del año pasado el mundo despertó con un nuevo nombre en mente. La Academia Sueca acababa de concederle el Premio Nobel de Literatura 2015 a una mujer bielorrusa de 67 años llamada Svetlana Alexievich por “su obra polifónica, que es un monumento al valor y al sufrimiento de nuestro tiempo”.

 

No había prácticamente nada de ella en español y apenas un par de libros traducidos al inglés. Su reticencia a aparecer en público, la poca información sobre una autora que se considera a sí misma tímida y su negativa a figurar más que los protagonistas de sus relatos hizo que el mito a su alrededor creciera muy pronto.

 

Porque la autora de libros como La guerra no tiene rostro de mujer, El fin del homo sovieticus y Voces de Chernóbil, entre otras, había logrado algo que marcaba un antes y un después: un tratamiento del periodismo con tal altura y con tantas voces entremezcladas en una sola historia que era imposible no pensar en ella como la directora de una coral en la que cada ser humano entrevistado interpretaba una pieza de su sufrimiento para aportar a la reconstrucción de la memoria. Lo suyo era literatura. Pero totalmente basada en la realidad de los demás, el fundamento mismo del periodismo.

 

Precisamente para hablar de esos temas, la bielorrusa Svletlana Alexievich confirmó su participación en la Filbo 2016, como una de las invitadas centrales a las Conversaciones que le cambiarán la vida, que este año girarán en torno al tema Fin y principio: a propósito de la paz, un tema en el que siempre ha recalcado en sus investigaciones y entrevistas en el territorio de la antigua Unión Soviética. Así mismo, encabezará el grupo estelar de invitados al VIII Encuentro Internacional de Periodismo, justo en un momento de crisis para la profesión tanto en Colombia como en el mundo.

 

¿Quién es Svetlana Alexievich?

 

Esta autora nacida en Ucrania pero crecida en Bielorrusia, que escribe en ruso y desprecia la política que se ejerce en su país, tiene como principio de vida uno solo: “Buscar en la vida observaciones, detalles, matices. Mi interés en la vida no es el hecho en sí, la guerra en sí, ni Chernóbil en sí, ni el suicidio como tal. Lo que me interesa es lo que le ocurre al ser humano, lo que le sucede en nuestro tiempo. Cómo reaccionan y se comportan. Cuánto del hombre biológico hay en él, cuánto del hombre de su tiempo, cuánto hombre hay del hombre”.

 

Su primer libro, La guerra no tiene rostro de mujer, publicado en 1983, le costó problemas con las autoridades soviéticas. El libro narra el enorme costo de la victoria sobre la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial y la forma en que las batallas causaron sufrimiento a las mujeres tanto en el frente de batalla como en la retaguardia como madres, hijas y hermanas. Su siguiente libro fue Últimos testigos, que recoge las voces de aquellos que vivieron de niños de 6 a 12 años esta contienda.

 

La guerra de Afganistán, un hecho que permitió la desintegración soviética, es el tema de Los muchachos del zinc, publicada en 1989, y que narra el punto de vista de los veteranos y de las madres de los caídos. La bielorrusa fue acusada de profanar la memoria de los héroes de la guerra.

 

Una vez desaparecida la Unión Soviética, Alexiévich dio una nueva mirada al fracaso de la utopía comunista con Hechizados por la muerte, un reportaje literario sobre el suicidio de aquellos que no soportaron el fracaso del mito socialista. Fue publicado en 1994.

 

Voces de Chernóbil, publicado en 1997, documenta las vivencias orales sobre el trauma que supuso la mayor catástrofe nuclear de la historia de la humanidad. Con Tiempo de segunda mano y El fin del homo sovieticus cierra su mirada a la forma en que los rusos vivieron, de prestado, tanto la Revolución Bolchevique como la Perestroika o la caída del sistema comunista.